Paysandú, Domingo 11 de Octubre de 2009
Opinion | 10 Oct Puede ser la influencia de la campaña electoral y el hecho de que el tema es el punto más débil de la fuerza de gobierno, que más o menos podría explicar que el presidente Tabaré Vázquez haya intentado nuevamente convencer a los uruguayos de que la inseguridad es un invento de los medios de prensa sensacionalistas.
Hasta podría ser motivo de risa, si no fuera porque esta reflexión no pretendiera ignorar a los cientos y miles de víctimas de la delincuencia que se registran día a día en todo el país, incluso hasta en localidades del interior departamental que eran tranquilos villorrios hasta no hace muchos años.
En este caso, en el último Consejo de Ministros de Zapicán el mandatario –una vez más dando cátedra de periodismo--, no tuvo mejor ocurrencia que culpar a informativos y medios de prensa de que el ciudadano se vea bombardeado por noticias sobre hechos de sangre, robos, hurtos, rapiñas, arrebatos, y hasta calificó como “repugnantes” las crónicas policiales, así como “denigrantes” del oficio periodístico.
Lo que el presidente olvida es que mientras los políticos son electos cada cinco años, los medios de prensa revalidan sus votos todos los días cuando los ciudadanos compran un diario, seleccionan un canal o sintonizan una radio. Las palabras del mandatario son entonces un insulto a la inteligencia de la gente que consume estos medios, que son todos los uruguayos.
Pero para él el “oficio periodístico” aparentemente debería ser el mirar para otro lado y pintar que todo son rosas, cuando hasta el ciudadano más despistado conoce y/o siente en carne propia el temor que gana a vastos sectores de la población cuando se transita por determinados lugares de noche, cuando día a día hay más casas y comercios rodeados de rejas, cuando los taxistas ya se resisten a ir a determinados lugares porque los golpean, apedrean o rapiñan, los adultos mayores tratan de evitar calles solitarias, aún en pleno día, porque son golpeados para arrebatarles sus pertenencias, solo por mencionar algunos hechos por todos conocidos.
Y esto lo dice nada menos que un presidente de la República que ha contratado un ejército de guardias personales para su seguridad, que lo siguen a sol y sombra a cuanto lugar vaya, y que constituyen una pared infranqueable y de mal talante incluso para los periodistas, cuando el presidente, como suele hacer --no tanto en campaña electoral-- rehuye el contacto con el periodismo de tierra adentro, pero tiene otra actitud con el capitalino si hay algún tema que le interese difundir.
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