Opinion | 06 Oct Seguramente usted, como la gran mayoría de los uruguayos, asiste con atención a las alternativas de la campa ña electoral hacia los comicios del próximo 25 de octubre. De acuerdo a sus preferencias, se entusias mará con las propuestas de la oposición o ratificará su apoyo a la continuidad de la actual administración. Pero sin duda, en medio de esta coyuntura inusitadamente marcada por los ataques personales, se preguntará cuál realmente será su papel en esta nueva y relevante etapa de la vida institucional.
Usted que no es indigente, pero tampoco pertenece a la clase media; usted que con esfuerzo paga sus impuestos, respeta las leyes y sueña con un retiro digno; que conservó su trabajo y hasta se hizo de un pequeño ahorro para unas merecidas vacaciones, seguramente se preguntará: ¿De qué forma puede el resultado electoral cambiar sustancialmente mis expectativas?
La respuesta, claro está, no es sencilla. En nuestro país existe un enorme segmento de la población que desde hace décadas absorbe las peores consecuencias de las malas administraciones o de los avatares de la economía internacional, mientras sigue esperando por un modelo de país que a esta altura parece casi una utopía.
Pagamos uno de los combustibles más caros del mundo; la energía eléctrica, las telecomunicaciones y el agua potable son igualmente costosas y encima, nuestros recibos de sueldo ostentan una larga lista de descuentos por concepto de impuestos, cuyo destino no siempre se relaciona al interés de la mayoría. Además, de acuerdo a un informe divulgado por “El País”, la patente de automotor en nuestro país es más costosa incluso que en Londres, Madrid y San Pablo.
En tiempos de elecciones y antes de empecinarse en enumerar logros, bueno sería aclarar de qué forma las mayorías se beneficiaron en los últimos años y cuándo habrá un justo resarcimiento para quienes, bajo cualquier circunstancia y sin ayuda del asistencialismo, siguen dando su mejor esfuerzo por un futuro que a veces parece demasiado ajeno.