Paysandú, Miércoles 14 de Octubre de 2009
Opinion | 07 Oct El “Uruguay” podrá contar, posiblemente a fines del presente año o comienzos de 2010, con un impresionante complejo cultural –por supuesto que en Montevideo-- con una superficie de unos 25.000 metros cuadrados edificados, además de instalaciones complementarias diversas, que harán quedar pequeño al anterior auditorio del Sodre, devastado por un incendio en 1971.
La reconstrucción del Sodre ha llevado ya 38 años, pero está a punto de inaugurarse, lo que explica lo porfiado –y exitoso-- que ha resultado el centralismo en nuestro país cuando los dirigentes políticos están dispuestos a llevar contra viento y marea este tipo de iniciativas, con el pomposo adjetivo de “nacional”, cuando en realidad se trata de una inversión en y para Montevideo, exclusivamente.
Y no estamos ante una obra menor, desde que si bien los cálculos no son exactos y hay muchas etapas y demoras de por medio, todo indica que se habrá gastado entre treinta y cincuenta millones de dólares en una “restauración” que deja empequeñecido el complejo inicial a sustituir.
Tenemos que actualmente unos 350 obreros se encuentran dando las terminaciones al nuevo complejo de salas, cuyo espacio principal contará con 2.000 butacas y un foso con orquesta con una capacidad para albergar unos 120 músicos. Entre otras incorporaciones, tenemos que los artistas que participen en los espectáculos tendrán camarines que son verdaderas suites, según da cuenta un artículo de El País, y para no ser menos en la entrada ya han sido instalados mármoles de Turquía e Italia, barandas de bronce y de vidrio fabricadas en Brasil, en el marco de un proyecto que no anduvo con “chiquitas” a la hora de las comodidades y materiales para adornar el emprendimiento.
En las fundamentaciones del proyecto y la justificación del pedido de recursos para llevarlo a cabo, se incluyen conceptos como “la necesidad de reconocer el papel de la cultura como factor determinante de un capital humano y social, decisivo para el desarrollo colectivo, las transformaciones en la esfera del pensamiento y en definitiva para el mantinimiento de la dignidad del individuo. Si los ciudadanos no pueden gozar del derecho a la cultura, el Estado desatiende una de las obligaciones constitucionales de su razón de ser”.
Estos conceptos pueden compartirse plenamente en su abstracción, pero ¿se aplican verdaderamente en cuanto a la proyección del emprendimiento para el Uruguay, tratándose el Sodre de un organismo nacional? Pues la respuesta es francamente negativa, desde que estamos ante un organismo nacional solamente en los papeles, por cuanto históricamente funciona en y para Montevideo, como también lo hacía el antiguo auditorio y lo va a hacer sin dudas el nuevo repotenciado, de acuerdo a la experiencia.
El punto es que todos los uruguayos, hasta del más lejano rincón del país, paga impuestos que se destinan a financiar esta monumental inversión, que enriquecerá el acervo cultural y edilicio montevideano, pero que no será disfrutado ni beneficiará para nada al Interior, al que no solo no llegan los espectáculos del Sodre, sino apenas las radios –alguna de ellas solo con potencia para cubrir Montevideo-- y parcialmente la estación de televisión, por lo que para el ciudadano del Interior esta inversión es prácticamente lo mismo que tirar dinero a la basura.
A esta altura debe evaluarse seriamente que el Sodre pase a depender y financiarse, consecuentemente, por la Intendencia de Montevideo, incluyendo el repago del faraónico complejo. Debemos tener presente que largamente, con lo que se volcó a esta obra, se podrían afectar más de dos millones de dólares en favor de la cultura en cada departamento, lo que no es poca cosa y sí mucho más “nacional” que una inversión exclusivamente para Montevideo.
Y con los candidatos de todos los partidos actualmente en campaña política por todo el Interior, pidiendo votos en cada rincón del país, es un buen momento para que aclaren qué piensan al respecto, porque en esta iniciativa irracional han participado gobiernos de todos los partidos los que, aún en sus diferencias, en los hechos siguen compartiendo plenamente esta visión centralista del país.
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