Paysandú, Miércoles 14 de Octubre de 2009

OPINIONES Solicitada

Locales | 11 Oct Reivindicar La Política debe ser “tarea de todos”
Hace exactamente 30 años -ingeniándomela en plena dictadura- escribí en EL TELEGRAFO con este mismo título y textualmente lo que sigue, quizá demostrativo que aunque pase el tiempo, seguimos aferrados a un desentendimiento que nos lastima y nos incapacita -siempre lo digo- para quebrar luces en la noche del descreimiento:
“... desde aquí también pensamos que ésta es la hora de los Partidos, pero igualmente con las urgencias del caso, estamos convencidos que los que estamos viviendo tendrán que ser, necesariamente, instantes de La Política (entiéndase reivindicación de su práctica) porque sin cauces y sin riberas no habrá ríos”.
Serán, si acaso, débiles corrientes de agua incapaces de abonar con esperanzas el inmenso desierto de la apatía y la ignorancia. Donde juegan preocupantes papeles los cómodos y apáticos de siempre y nada menos que dos generaciones aptas para votar que no tienen la menor idea de qué es un Partido y a los que nadie -o muy pocos- se han preocupado por enseñarles que Política , lejos de ser una “mala palabra” ha sido, es y será siempre una actividad superior -quizá la única- a través de la cual el hombre bien inspirado se desprende de su “Yo” y de su propia suerte, para atender los intereses de la sociedad que integra y el destino del país que sueña.
Con esto también queremos decir que aquellos que no estamos en la “cocina” de las soluciones nacionales, no podemos resignarnos a la expectativa, aguardando de brazos caídos que esas noticias divulgadas por prensa, radio o TV -de cuya inminencia se habla un día o durante toda una semana- y a la siguiente, se desmienten o desaparecen de “cartelera” terminen por concretarse en realidad.
Hay que sacudir la pasividad de mucha gente madura y hasta de dirigentes “desentrenados”, pero primordialmente, hacer notar a la juventud el rol protagónico que están convocados a desempeñar, a manera de un desafío histórico para la Patria y del que nadie más que ellos mismos y sus hijos, resultarán los directos beneficiarios.
Por supuesto que la tarea no es fácil ni mediatamente redituable en logros, pero es necesario emprenderala con la premura que el presente manda y el mañana aguarda.
El padre tendrá que hablarle al hijo y éste al compañero; aquel lo discutirá con su vecino y a la vez tendrá que ser escuchado por un pariente, quien por su parte intercambiará pareceres con gente de su relación, procurando ampliar espacios de entendimiento en torno a la vigencia de La Política, como síntesis o resultante del conjunto de toda la actividad social.
Y todos, absolutamente, todos: padres, familiares, vecinos, mayores con ascendencia amistosa, tendrán que buscar la forma de que nuestros jóvenes, sin abdicar del disfrute propio de su edad, admitan la necesidad de no ser simples invitados de una época.
Que nadie se escude en viejas culpas, ni mucho menos salga demagógicamente a defender despreocupaciones generacionales para ocultar o justificar su propia inacción.
Nuestra Juventud -por encima de responsabilidades que caben a otras edades- ha sido escogida para una elevada reflexión y tendrá que realizarla en el recreo de sus mundanos placeres, en un fin de semana sin bailes o deportes, haciendo menos obsesivas sus “charlas tuercas” y no tan excluyente su pasión ciclomotora.
Quizá sea suficiente para muchos, que tan sólo se quiten más a menudo sus auriculares ensordecidos de música “new wave”, para esuchar en el momento oporutno el consejo de un mayor bien intencionado, que no será otra cosa que un llamado a la responsabilidad.
Quienes desde temprana edad practicamos La Política con idealidad y esperanzas, somos conscientes que los tiempos han cambiado y que el presente nos enfrenta a un pueblo enfermo de decepciones. Pero aquel mismo aliento que mantuvimos cuando adolescentes, todavía nos da fuerzas para intentar rescatar descreídos en base a conductas -que las hubo- y a principios que subsisten.
La enfermedad de una comunidad es el resultado no sólo de sus actos, sino también de sus pensamientos y no procurar remedios para una dolencia ya no es cosa de no hacer nada ... sino de no tener siquiera ganas de pensar. Rubens Walter Francolino

P.D.: Este modesto comentario quiero dedicárselo a un dolorido amigo político, que no tenía consuelo, al enterarse que sus propias nietas (que todos los días frecuentan su casa y conocen de su vida y su entrega idealista) habían comentado en rueda de jóvenes amigos que “los políticos son todos unos farsantes”. No te preocupes compañero; comprendo tu tristeza y sólo atino a decirte que Dios existe y que cuando ellas tengan unos años más, llegarán a comprenderte. Esa forma de juventud “es una enfermedad que se cura con el tiempo”
Rubens Walter Francolino

RECIBIMOS Y PUBLICAMOS
ÉTICA MÉDICA
Es otoño en España, y con su entrada llegó también la preocupación por los posibles contagios por gripe A H1N1. Tenemos presente el ejemplo del cono sur, donde las condiciones climáticas de la temporada otoño-invierno favorecieron la expansión del virus H1N1. En las escuelas, el jabón líquido y los pañuelos de papel están más presentes que las cuadernolas. En los hospitales y centros de salud también se observan las medidas de prevención. Lavarse las manos con frecuencia, taparse la boca al estornudar, usar preferentemente pañuelos desechables… Y ante personas susceptibles de padecer el virus, guardar una distancia mínima de un metro, usar tapabocas, mantenerlos en ambientes aislados y aireados… Las mismas recomendaciones que se dieron allá, son las que se observan acá. No en vano, son indicaciones de la Organización Mundial de la Salud, y al fin y al cabo, normas de la más pura lógica.
Por eso, pensando y actuando con la lógica más elemental, resulta inaudito e incluso esperpéntico que a un médico le hayan sancionado por tratar de evitar que sus pacientes se contagiaran con el virus H1N1. Parece cosa de locos, pero pasó. Al doctor Raúl Langenhin, velar porque los internos en la sala de urología del Hospital Escuela del Litoral no contrajeran la gripe A H1N1, le valió una mancha en su legajo. En dicha sala fue ingresado un paciente por gripe A H1N1. Dejando al margen lo oportuno o inoportuno que pueda ser el ingreso de un paciente con síntomas de gripe A H1N1 en una sala de urología, parece lógico, es lógico y obligado que el Dr. Langenhin tomara las medidas oportunas para preservar la salud de sus pacientes, más teniendo en cuenta que el virus es verdaderamente dañino cuando se asocia a otras patologías. Sería absurdo no estar de acuerdo con eso. Y es absurdo pretender que haya prevención sin información. La premisa fundamental para prevenir un mal es estar informado acerca del mismo y de lo que debemos hacer para evitarlo. E informar a sus pacientes de lo que debían hacer para evitar un posible contagio ante la presencia de una persona susceptible de tener gripe A H1N1 en otra habitación de la misma sala, fue calificado por la dirección del hospital como una falta de ética profesional por divulgación de datos.
Quienes nos tratamos con el doctor Langenhin, como es mi caso durante mis estadías en Uruguay, conocemos no sólo su altísima capacitación, su merecido y reconocido prestigio como médico, sino sobre todo su intachable deontología profesional. Él sabe mejor que nadie que le obliga el Secreto Médico, y cualquier persona con cabeza y bienintencionada sabrá también que no faltó al mismo, más cuando la ley convalida la revelación de datos a personas directamente concernidas, con discreción y límites, siempre que haya una razón suficiente, una justa causa, y específicamente cuando se trate de prevenir un mal mayor. ¿Puede haber causa más justa para un médico que cuidar la salud de las personas que están bajo sus cuidados? ¿Acaso este médico no está evitando un mal mayor cuando con su proceder contribuye a que no se propague la gripe A, y más hacia personas que pueden sufrir consecuencias fatales si resultan contagiadas?
Lo dicho, cosa de locos.
José Martínez DNI: 13129308-B


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