Paysandú, Jueves 15 de Octubre de 2009
Opinion | 13 Oct “El bloqueo contra Fray Bentos se ha transformado en realidad en un bloqueo contra Gualeguaychú”, comentó con consternación una comerciante de esa ciudad entrerriana, propietaria de un pequeño comercio, cuando junto a más de un centenar de otros modestos empresarios se animó a reunirse para entre todos buscar alguna alternativa a las medidas radicales a la asamblea ambiental de Gualeguaychú.
Y decimos animarse, porque hasta ahora los vecinos de la localidad entrerriana han quedado presos de los extremistas que con absoluto fundamentalismo y prescindiendo de cualquier otra opinión, han aplicado durante tres años el bloqueo de Arroyo Verde, disponiendo por sí y ante sí quiénes y cuándo pueden pasar hacia Uruguay a través del puente “General San Martín” y establecido una verdadera industria de la protesta seudoambientalista, que han logrado mantener en base al grito, a los eslóganes y a la descalificación.
Por supuesto, para todo el que a diario debe salir a trabajar para ganarse el sustento, que muchas veces no tiene feriados para poder llegar menos complicado a fin de mes, no le cierra el hecho de que tantas personas --ahora son muchas menos, por cierto-- puedan estar horas y horas, todos los días, manteniendo este campamento irracional, para de vez en cuando, en alguna fecha especial, congregar a los manifestantes de siempre para protestar contra la instalación de la planta de Botnia, y luego retirarse conformes con haberse sacado las ganas una vez más. Podrán hacerlo porque seguramente el piquete es sostenido con “donaciones” de algunos ciudadanos y hasta con el subsidio provincial, tras embarcarse el propio gobierno entrerriano en su momento en esta cruzada que va contra los propios intereses de la población de la provincia, como ha quedado demostrado en el sentir de esta nueva asamblea desarrollada en la Liga Comercial de Gualeguaychú por los ciudadanos autoconvocados, aunque sí con algún integrante de la asamblea ambientalista infiltrado en la reunión para hacer oír su voz y descalificar a quienes pretendieran hacerlos desistir de su postura.
Pero a esta altura ya el hastío ha ganado a muchos ciudadanos de Gualeguaychú, muchos de los cuales adhirieron seguramente de buena fe a lo que en su momento comenzó como una movilización en defensa del medio ambiente, en el acierto o en el error, pero que optó de entrada por el método menos indicado, como es el corte de un puente internacional, con la aquiescencia, prescindencia y a veces hasta con el apoyo de gobernantes que no han dado la talla de imponer la defensa del interés general y del derecho por sobre grupos que no aceptan otra cosa más que sus razones.
El punto es que parte de los afectados se ha animado, por ahora con sumo cuidado, a cuestionar los métodos de los activistas y señalar públicamente que es hora de cambiar los métodos de “lucha”, porque probadamente no han dado ningún resultado en cuanto a evitar el funcionamiento de la planta de Botnia, presionar al gobierno uruguayo para que ceda al reclamo de los fundamentalistas y concitar un gran movimiento provincial y nacional contra la planta.
Peor aún, la medida ha derivado ya en un efecto “boomerang”, porque ahora el bloqueo es contra la propia Gualeguay chú, en los hechos, desde que los turistas han dejado a la ciudad fuera de su hoja de ruta, no se reciben prácticamente visitantes, y el propio piquete ya ha dejado de ser un atractivo turístico, como fue en su momento para quienes en la Argentina lo veían como una acción romántica de resistencia contra la contaminación y los intereses de las grandes multinacionales.
Con el tiempo la medida “ambientalista” ha quedado crudamente al desnudo como una puesta en escena para incautos y quienes quieren creer a pie juntillas en lo que les dicen, pero el perjuicio ya está hecho y, salvo unos pocos beneficiados, el comercio de Gualeguaychú ha quedado por el camino y como el hilo siempre se corta por lo más delgado, los pequeños empresarios y los trabajadores son los grandes perjudicados, sin contar con que la oposición de los activistas también ha derivado en que Argentina no dragara el río Uruguay.
Y como no hay mal que dure cien años ni mentira que pueda sostenerse eternamente, todo indica que los días del bloqueo están contados y que caerá cual fruta podrida por su propio peso, antes de lo que pueda pensarse.
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