Opinion | 11 Oct Tal como viene sucediendo durante cada pico de movimiento turístico entre Argentina y Uruguay, este fin de semana el puente “General Artigas” se vio nuevamente desbordado, generándose en sus cabeceras interminables colas de vehículos que esperan hasta cuatro horas para poder ingresar al país. Si bien esto ocurre a instancias de un fin de semana “largo”, ciertamente en los últimos tres años nuestro paso de frontera se ha visto saturado en forma permanente, debido a que tras el cierre del puente “General San Martín” el cruce sanducero absorbió todo el movimiento de cargas que utilizaba aquella vía.
El problema obedece a que este puente fue concebido para tránsito vecinal y no como una conexión internacional de cargas, porque eso hubiera sido una ofensa difícil de tolerar para el centralismo del eje Montevideo – Buenos Aires, ya que la distancia podría haberles restado protagonismo. Pero los hechos promovidos por la “Asamblea de Gualeguaychú” décadas más tarde fueron más fuertes que la porfía de las capitales, y aunque les duela en lo más íntimo, hoy el puente “Paysandú – Colón” es la principal puerta de entrada y salida terrestre entre las dos naciones.
Pero paralelamente los sanduceros nos vimos condenados a sufrir las consecuencias de vernos “beneficiados” en un paso de frontera que carece de la infraestructura necesaria, sin que el gobierno central disponga un peso para mejorarlo. Desde Paysandú se hicieron gestiones para construir un espacio adecuado para los camiones en tránsito; se logró un terreno pero el proyecto no obtuvo financiación. Existen asimismo otras propuestas que corrieron igual suerte. Mientras tanto, las calles adyacentes al puente se destrozaron por el peso de los camiones: los que obstruyen los accesos, invaden los canteros de las avenidas transformándolos en barriales y voltean carteles y luminarias del alumbrado público.
Sin embargo la comuna sanducera tampoco ha hecho nada para encontrar alguna solución a estos problemas. Es verdad que no le corresponde, pero a esta altura nadie se sorprendería por ver que los recursos municipales se gastan en áreas que no le competen. No debería ser imposible para la Intendencia compactar tosca o hasta tender una capa de asfalto en el terreno obtenido para estacionamiento de camiones, edificar baños para los choferes que pasan días esperando el cruce, o reconstruir las calles con carpeta asfáltica. Después se vería como cobrárselo al gobierno central. Pero en estos tres años no se hizo nada. ¿Qué les parece si empezamos ahora, en lugar de seguir esperando soluciones que quizás nunca llegarán?