Opinion | 13 Oct
El dolor oculto
Según se desprende de un informe divulgado por “El Observador”, el maltrato infantil se incrementó sustancialmente en Montevideo y pasó a ser la causa del 4,7 por ciento de los ingresos en el Hospital Pereira Rosell. El porcentaje representa un preocupante aumento del problema desde 2002, cuando los ingresos al referido centro de salud por esta causa ascendían al 2,5 por ciento. El estudio añade que el 61 por ciento de estos niños sufrió maltrato físico, el 35% abuso sexual y el 4% fue víctima de ambos, en tanto establece que en el 22 por ciento de los ataques fue perpetrado por el padre sustituto, el 21 por la madre biológica y el 17 por el padre biológico.
Estas cifras revelan una terrible verdad, a menudo soslayada por cuestiones menos relevantes e inscripta en el contexto de un país que por décadas no ha logrado solucionar los problemas que aquejan a un alto porcentaje de la minoridad. Ya sea desde los medios de comunicación o como cliché político, la realidad de los niños uruguayos es permanentemente asociada al delito, pero pocas veces se analiza seriamente el entorno en que se desarrollan y menos aún se plantean o promueven políticas eficaces para alejarlos de la violencia y la pobreza, círculo extremadamente difícil de abandonar. Por el contrario, la política de protección social de nuestro país apunta a mantener artificialmente el núcleo familiar sin importar el daño que le produzca al niño en cuestión, como se demuestra cada vez que un menor infractor es devuelto a sus padres que en definitiva son los que lo promueven para delinquir, o directamente los abandonan a la buena de Dios.
En un país con una democracia consolidada y una institucionalidad reconocida en el concierto internacional, es llamativo que recién en las últimas horas las principales figuras políticas se hayan comprometido con la Unicef a impulsar más políticas de protección a la infancia. Informes como el divulgado por el referido matutino demuestran que el drama del maltrato infantil sigue en aumento y que a pesar de los programas sociales aplicados en los últimos años todavía queda mucho por hacer, ya que el organismo oficial que entiende en estos temas ha demostrado enormes carencias y sigue debatiéndose entre intereses sindicales y políticos. Los componentes más vulnerables de nuestra sociedad aguardan por una respuesta y los tiempos se agotan irremediablemente.