Paysandú, Lunes 19 de Octubre de 2009
Opinion | 15 Oct Con diferencia de pocos días y justamente en el tramo final de la campaña electoral, el presidente Tabaré Vázquez inauguró dos obras de real trascendencia para el país --pese a que ambas están emplazadas en el área Metropolitana, para seguir la constante-- como lo son el nuevo Aeropuerto Internacional de Carrasco y la ampliación de la terminal de contenedores del puerto capitalano, emprendimientos que tienen mucho en común. Así, ambos fueron iniciados en gobiernos anteriores o son consecuencia de decisiones que llevaron a esta concreción, y a la vez el mandatario decidió invitar a la inauguración y corte de cinta a los ex presidentes que tuvieron directa responsabilidad en hacer realidad los proyectos, por haberse generado durante su administración.
En el caso del aeropuerto, el corte de cinta lo efectuó el ex presidente Jorge Batlle, en cuya administración nuestro país sufrió la peor crisis de los últimos cincuenta años, y que sin embargo tuvo visión para promover una obra de cara al futuro. En el caso de la terminal de contenedores el presidente invitó a los ex mandatarios Luis Alberto Lacalle, Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle para que hicieran acto de presencia en la ocasión.
El elemento común para esta distinción fue que los ex presidentes condujeron gobiernos que tuvieron la visión de abrir caminos para la inversión extranjera en el Uruguay, sobre todo a través de la concesión de obra pública, en estas instancias incorporando infraestructura sin que el Estado tuviera que sacar recursos de los bolsillos de todos los contribuyentes, como hace por ejemplo mes a mes para pagar sus gastos de funcionamiento, con un mínimo retorno en prestación de servicios a la comunidad.
Estos dos episodios deben evaluarse positivamente desde todo punto de vista, aunque no debe perderse de vista igualmente que a esta altura de los acontecimientos hay un mensaje electoral de por medio, tanto para la presente elección como para el caso de la eventual postulación del presidente saliente para la siguiente convocatoria a las urnas.
La primera reflexión nos sitúa en la perspectiva de que el país requiere la adopción de decisiones que deben enmarcarse en políticas de Estado que trasciendan un período de gobierno, fundamentalmente en lo que refiere a infraestructura, y no actuar con intereses meramente electorales, de neto cuño cortoplacista, como ha sido una constante.
Seguramente entre los ejemplos de decisiones visionarias, que están por encima de colores partidarios, debe incluirse la Ley Forestal de 1988, que estableció las condiciones imprescindibles para el gran “boom” forestal del Uruguay, que se refleja en las más de 700.000 hectáreas de montes actuales para explotación maderera, así como la gradual incorporación de emprendimientos para dotar de valor agregado a la materia prima, tanto en lo que refiere a la planta de celulosa como aserraderos, construcción de contrachapados y el uso de desechos forestales para generación de energía eléctrica, entre otras posibilidades. Más cercano en el tiempo, en 1992, durante el gobierno del ex presidente Luis Alberto Lacalle, se aprobó la Ley de Puertos, que permitió romper con décadas de quietud y abrir el instrumento logístico de los puertos a la inversión privada, dando lugar por ejemplo a las inversiones de la empresa Katon Natie en el puerto capitalino, incluyendo la terminal de contenedores y su reciente ampliación. A ello siguió la decisión del presidente Jorge Batlle de incorporar la subasta como elemento para hacer realidad las concesiones de obra pública tanto en el puerto como en el Aeropuerto Internacional de Carrasco. La inauguración de la ampliación de la terminal y del nuevo aeropuerto han tenido lugar hace pocos días durante la gestión del presidente Tabaré Vázquez, quien asumió el poder encabezando un Frente Amplio que se opuso tenazmente a todos estos proyectos, por considerar que el Estado debía seguir encargándose de todo a su cuenta y riesgo, con el dinero de todos, porque los inversores extranjeros solo venían al país a llevarse la plata de los uruguayos.
Este doble discurso, de hacer una cosa en la oposición y rectificarse con una voltereta oportunista cuando se está en el gobierno, haciendo exactamente en el poder lo que antes se fustigó duramente, explica por qué hemos sufrido tantos años con el palo en la rueda y no se ha permitido avanzar al país por amplios sectores de la izquierda y la dirigencia sindical, que apostaron al eslogan y a los maniqueísmos ideológicos, pretendiendo disfrazar la realidad y haciéndonos quedar rezagados respecto al mundo.
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