Paysandú, Martes 20 de Octubre de 2009

La prevención y los factores de riesgo

Opinion | 19 Oct La primera evaluación realizada acerca de las repercusiones que ha tenido en la salud de los uruguayos la entrada en vigencia en marzo de 2006 del decreto que prohíbe fumar en espacios públicos cerrados indica que se ha registrado un sustancial descenso --del orden del 19 por ciento-- en el número de infartos, en base a registros que se han proporcionado al Centro de Investigación para la Epidemia del Tabaquismo (CIET) desde las instituciones de asistencia médica colectivizada.
Se trata del primer relevamiento de este tipo en nuestro país, elaborado a partir de la información proporcionada por 43 centros de asistencia médica de las mutualistas, lo que dio lugar al estudio de 6.452 casos, mediante la metodología de comparar la cantidad de infartos de miocardio post decreto con los casos constatados dos años antes de la prohibición de fumar en espacios públicos cerrados.
Se desprende de estos datos que previo al decreto hubo 3.567 ingresos a las puertas de emergencia de todo el país, en tanto la cifra ha descendido a 2.885, lo que representa un 19 por ciento menos de casos de infarto de miocardio.
En el caso de los menores de cuarenta años el informe indica que existe una fuerte relación con que los viernes son los días de la semana donde menos ingresos por infartos de miocardio se registran, cuando antes era el día de mayor concentración, por lo que según el CIET ello se debe a que la prohibición de fumar redujo la concentración de partículas de tabaco en los pubs y restaurantes.
De acuerdo a lo manifestado por el cardiólogo Eduardo Sandoya, asesor de la Dirección Nacional de Salud del Ministerio de Salud Pública y responsable del estudio, “observamos un impacto muy importante en la salud de la población. Este es un tema relativamente nuevo en todo el mundo y algunos estudios hechos en ciudades de Estados Unidos, otros en alguna ciudad y en alguna región italiana muestran datos parecidos. Lo que no existía era estudio de ningún país en vías de desarrollo, ni tampoco en un país entero”.
Este optimismo en la evaluación de las cifras, más allá de las buenas intenciones del facultativo, debe ser igualmente tomado con algunas reservas, por cuanto aunque se trata de un estudio basado en estadísticas y cifras concretas, la rigurosidad científica entre causa y efecto no es tan lineal, pese a los indiscutibles beneficios que significa sobre todo para los no fumadores el hecho de no tener que sufrir la alta densidad de humo de fumadores en espacios cerrados. Es de recibo en cambio la tesis expuesta en radio El Espectador por el director ejecutivo de la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular, Dr. Mario Zelarrayán, quien advirtió que si bien se están manejando números muy alentadores, esta disminución en los infartos de miocardio, cuya principal causa es el tabaquismo, no solo está vinculada a la prohibición de fumar: “hay que tener mucho cuidado al interpretar esto. No hay una relación de causa-efecto directa. No se puede atribuir el descenso de infartos exclusivamente al decreto de ley del humo de tabaco”, dijo, y acotó que si bien coinciden “creo que es una de las tantas medidas, podemos decir que la mayor medida de fuerza de contribución a este descenso de la mortalidad en infartos. Hay muchísimas intervenciones más que se han hecho durante este período, como la promoción de la salud en las escuelas, en los liceos, la facilidad del acceso a los centros mutuales para controlarse los factores de riesgo, la disminución del costo de los medicamentos hipo-tensores e hipo-glicémicos. Todo eso ha contribuido”.
Es que de eso precisamente se trata, de la conjunción de elementos de prevención, dignóstico precoz y concientización que apuntan a reducir sustanciamente factores de riesgo, como es el tabaquismo, tanto por quienes tienen esta adicción como por los que la han padecido indirectamente en los ambientes cerrados.
El decreto sobre la prohibición de fumar ha sido un gran avance en nuestro país, que lo ha situado a la vanguardia mundial, felizmente, pero no por ello debe perderse de vista que se han instrumentado a la vez acciones complementarias que comienzan en la niñez y en la adolescencia, con la concientización en los centros de estudio, que se proyectan al ámbito familiar, laboral y social, a lo que deben agregarse acciones sistemáticas y de rutina en el área de la prevención, que con el paso de los años se están consolidando tanto en el ámbito público como privado de las instituciones asistenciales.
Y la razón para ello es muy simple y contundente: se logra un enorme ahorro en pérdidas de vidas y traumas, en invalidez, en afectación de recursos materiales y humanos, cuando se actúa en la fase previa o inicial del problema de salud, en lugar de hacerlo ya con el trance agudo o crónico instalado, cuando ya es tarde para el paciente y su familia, y mucho más aún para los arrepentimientos.


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