Opinion | 22 Oct En pocos días se conmemorará el Día Mundial del Cáncer de Mama, una enfermedad que en nuestro país cobra la vida de dos mujeres por día, mientras que a nivel mundial ostenta una tasa de mortalidad cercana a las 400.000 personas por año. Aunque la dolencia sigue siendo una de las principales causas de muerte entre las mujeres de todo el mundo, en nuestro país, en los últimos dos quinquenios, se constata una lenta disminución de los casos, fundamentalmente a consecuencia de la detección precoz.
Recientemente, en declaraciones formuladas a “El Espectador”, el director del Programa Nacional de Cáncer, Ignacio Musé, dijo que en este tema resulta fundamental la participación de toda la comunidad y destacó la importancia de la ley que en el sector público “autoriza la licencia de ese día para hacer papanicolau y mamografías”.
Asimismo, durante el último período también se aprobó la exoneración de las tasas reguladoras y se estableció la obligatoriedad del Carné de Salud, lo que significa un gran paso adelante en el área de prevención.
Sin embargo, las cifras demuestran que aún queda mucho por hacer y que las autoridades sanitarias deben seguir trabajando, tanto en infraestructura, como en la anexión de instrumental, capacitación profesional y la nunca suficiente información, ya que se trata de la principal estrategia ante un problema en donde la prevención es el arma más efectiva.
Un nuevo Día Mundial del Cáncer de Mama debe ser una jornada de reflexión y también útil para divulgar estadísticas y detalles de las políticas que actualmente se aplican para frenar su avance. Pero fundamentalmente debe ser un día para ratificar el compromiso de toda la sociedad para enfrentar una enfermedad que amenaza nada menos que a nuestras mujeres, pilares fundamentales imprescindibles de nuestras vidas.