Paysandú, Martes 27 de Octubre de 2009
Opinion | 21 Oct La captación de inversiones extranjeras en emprendimientos de riesgo puede definirse como la llave maestra para el desarrollo de un país subdesarrollado como el Uruguay --dejemos de lado el eufemismo de “emergente”, tan usado en los últimos años en los foros internacionales-- y por lo menos en este sentido hemos tenido el consuelo de que la actual fuerza de gobierno dejó de lado lo que pregonaba y la actitud que tuvo cuando ejercía la oposición, en cuanto a renegar de los “piratas” extranjeros que se venían a llevar la riqueza.
Pero la inversión no viene porque sí, más allá de ventajas comparativas naturales de un país o región, sino que debe ser inducida mediante la incorporación de condiciones que la hagan atractiva, porque naturalmente en este juego no somos los únicos, sino que cada país busca a su manera ser el receptor de capitales que auguran desarrollo y creación de fuentes de empleo.
Un informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), elaborado mediante datos propios, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de la Intelligence Unit de The Economist, indica que en América Latina Chile y Perú encabezan la lista de naciones que ofrecen las mejores condiciones para la inversión privada, en tanto le siguen en orden decreciente Brasil, México, Costa Rica y Colombia, con Uruguay ocupando el séptimo lugar.
También señala el informe que se registran flaquezas en materia de inversión pública, debiéndose tener en cuenta que durante la crisis global los gobiernos de la región destinaron a la inversión pública casi 140 millones de dólares, pero su utilización dejó que desear en cuanto a efectividad y retorno de estos fondos en favor de los inversores y la propia comunidad.
En el caso de Uruguay seguramente los inversores han recibido mensajes contradictorios, si se tiene presente que por un lado se reafirma una y otra vez la necesidad de promover el arribo y reciclaje de capitales en emprendimientos de riesgo, y por otro subsisten dificultades en diversos órdenes para estimular las inversiones, fundamentalmente por trabas que surgen desde el mismo Estado.
Tenemos así que los trámites y acciones dentro del Estado para ameritar la concreción de proyectos es un obstáculo serio para quienes se interesen en invertir, existen notorios atrasos en materia de telecomunicaciones pese a los avances registrados en los últimos años y el clima de negocios tampoco es el mejor cuando el empresario se enfrenta con viejas concepciones estatistas y se encuentra con que una cosa es el enunciado de buenas intenciones y otra la realidad que encuentra en las oficinas estatales y dependencias gubernamentales.
Tenemos además factores que obran en contra de las propias ventajas comparativas, si se tiene en cuenta el precio de la energía, la infraestructura de apoyo, la logística y costos internos que han crecido significativamente medidos en dólares, incluyendo la mano de obra, notoriamente mayor que por ejemplo Brasil, un competidor directo en materia de captación de inversiones en la región.
Pero además se mantienen incólumes, e incluso en algunos casos se han acentuado, las asimetrías respecto a la capacidad de recibir inversiones dentro del país, por cuanto el anillo metropolitano continúa como el principal receptor de las inversiones, pese a que está en vigencia una ley de inversiones que supuestamente contiene elementos que favorecen con determinadas exenciones la radicación en el Interior.
El punto es que ni siquiera mediante estímulos de este tenor se logra compensar el desfasaje enorme entre las condiciones que los capitales encuentran en Montevideo y en el Interior, en materia de acceso a servicios y costos, en infraestructura y otros elementos, al punto que en muchos casos ni siquiera instalar el emprendimiento en el propio lugar de producción de la materia prima compensa esta diferencia contundente en favor del área metropolitana.
Quiere decir que la promoción de inversiones ha funcionado con luces y sombras en el plano global del país, pero en el caso del Interior todavía no hemos salido de la noche cerrada, sobre todo al norte del río Negro, donde se hacen sentir con mayor vigor las históricas desventajas que significa estar radicado lejos de Montevideo.
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