Opinion | 27 Oct Las elecciones nacionales del domingo ratificaron una vez más el profundo compromiso democrático de los uruguayos. Aun cuando la campaña electoral se caracterizó por enfrentamientos y acusaciones, este espíritu no se trasladó a un electorado que, olvidándose de las diferencias políticas, optó por vivir la jornada como una verdadera fiesta, colmando las mesas receptoras de votos desde tempranas horas. Sin embargo, durante la celebración del acto eleccionario, las calles sanduceras también fueron escenario de infinita cantidad de transgresiones de tránsito, situación que restó lustre a una jornada histórica.
Estamos habituados a que los fines de semana y fechas específicas como las fiestas tradicionales se conviertan en verdadera invitación a la irresponsabilidad en el tránsito, pero lamentablemente esta conducta también se extendió a las elecciones y parece que poco puede hacerse para reprimir una conducta que por momentos adquiere carácter masivo.
Las autoridades nacionales y departamentales del tránsito insisten en que el verdadero espíritu de las normas apunta por sobre todo al bienestar de los ciudadanos, pero parece que un alto porcentaje de los conductores sigue sin interpretar correctamente este punto. Usar el casco, circular en vehículos en condiciones y hacerlo respetando las normas, no representan estrategias para evitar la penalización, sino un modo inteligente de manejarse en las calles y evitar daños, tanto a nuestra persona como a los demás. No obstante, parece que la disminución de la fiscalización, sea cual sea su causa, es tomada por muchos como una oportunidad para arriesgar su vida y la de los demás. El espíritu democrático de los uruguayos aparece como una virtud digna de destacarse, pero lamentablemente en otros órdenes seguimos demostrando que aún queda mucho por hacer y mejorar.