Paysandú, Viernes 30 de Octubre de 2009

Militarización en lugar de herramientas de trabajo

Opinion | 25 Oct Haciendo honor a su carácter de coronel y comandante, más allá de abanderado y heredero “legítimo” de los ideales boliviarianos, Hugo Chávez ha firmado en las últimas horas un decreto de reforma de dos leyes por las que instituye la creación de “milicias bolivarianas”, un cuerpo armado integrado por civiles bajo el mando directo del presidente, a la vez que restablece la obligatoriedad del servicio militar durante un año.
El propio mandatario resumió el espíritu de la norma: “ahora seremos militares todos o los que quieran serlo”, para subrayar que “es el pueblo en armas, tenemos que ser un país capaz de defender hasta el último milímetro de territorio para que nadie se venga a meter con nosotros”.
En un gobernante que se proclama como socialista, revolucionario y bolivariano, hubiéramos creído que por lo menos por motivos de “venta” de imagen, en lugar de promover las armas iba a distribuir herramientas de trabajo, arados, centros de capacitación y estímulos para la inversión privada, así como emprendimientos asociativos en favor de su postergado pueblo, pero el delirante mandatario sigue viendo fantasmas en todos lados y sigue dilapidando cuantiosos recursos para satisfacer delirios bélicos y transmitir a los venezolanos que están amenazados por todos lados, para ponerse en la línea de Fidel Castro, que armó su isla hasta los dientes durante décadas. Esta actitud beligerante y notoriamente postergando prioridades en cuanto a satisfacer necesidades básicas de los venezolanos, se inscribe en el giro de países con gobiernos de izquierda de la región que han gastado enormes sumas en la compra de equipos militares y como en el caso de Brasil, a la vez de comprometer miles de millones de dólares para la compra de armas, promueve asociaciones con capitales y tecnología francesa para fabricar armamentos.
El gobierno brasileño encabezado por el ex dirigente sindical y líder del PT, Luis Inacio Lula Da Silva, ha abierto el proceso para concretar un acuerdo comercial con Francia, que involucra la compra de aviones de guerra pero también una alianza estratégica, con transferencia tecnológica incluida, para el desarrollo de la industria bélica en el país sudamericano, por una cifra record de 14.000 millones de dólares, a lo que se agrega la transferencia de tecnología francesa. Brasil se lanza por lo tanto de lleno a ampliar su mercado a través de la fabricación de armamento y por supuesto tiene las miras puestas en la colocación de equipamiento bélico en los países vecinos, lo que significa incorporar un elemento adicional de rispidez -- algo así como una carrera armamentista disimulada por una supuesta “amistad” política--, como si no alcanzara con las diatribas y amenazas del presidente venezolano Hugo Chávez hacia Colombia y el país que se le cruce en sus designios.
Es que los vientos de paz han estado ausentes en los últimos tiempos en el subcontinente, y tenemos así a un Hugo Chávez que ha invertido miles de millones de petrodólares en armamento que ha adquirido a Rusia, como elemento disuasivo y sobre todo para respaldar las amenazas y actos inamistosos hacia su vecina Colombia, con un séquito de incondicionales en los regímenes de Ecuador y Bolivia.
Ahora, lejos de desistir en su idea, ha doblado la apuesta y aprobado las normas para la militarización de civiles, como si fuera la cosa más lógica del mundo, lo que obedece indudablemente a su formación militar, que combina con su radicalismo ideológico y su intento de hacer de cada ciudadano un soldado por lo menos durante un año, para poder utilizarlos en “defensa” de la revolución e intimidación de opositores, desde que él entiende que la formación militar está por encima de la educación y formación de sus conciudadanos para promover el desarrollo y mejorar la calidad de vida de la población.
Lamentablemente el nuevo paso de Chávez, que sigue viendo enemigos por todos lados y cuando no, los crea por las dudas, es justamente el aporte que menos se necesitaba en este escenario del subcontinente, en el que cada uno de los países que avanzan en esta dirección dice defender sus intereses sin intención beligerante, lo que en realidad arroja serias dudas, y fundamentalmente solo significa más pobreza para sus pueblos, ante enormes gastos en recursos bélicos que deberían ser volcados a solucionar o por lo menos atenuar sus grandes bolsones de pobreza, las profundas desigualdades sociales y el déficit de infraestructura para el desarrollo.


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