Paysandú, Sábado 31 de Octubre de 2009

Conocimiento, para el espíritu emprendedor

Opinion | 28 Oct Uno de los grandes desafíos que se abre para el país, y que no es solo cosa de un gobierno ni de dos, sino del presente y el futuro y cada vez con mayor énfasis, es la educación y la capacitación, es poner el conocimiento al alcance de las nuevas generaciones en apoyo al desarrollo y la mejora de la calidad de vida de la población.
Es parte, naturalmente, del valor agregado, que es un aspecto fundamental sobre todo para las pequeñas economías como la uruguaya, que necesita establecer un valor diferencial más allá de su carácter de exportador de “commodities”, y a la vez captar inversiones de empresas que tienen el “know how”, pero que necesitan técnicos y mano de obra capacitada como condición indispensable para instalarse y eventualmente reinvertir.
Este componente es fundamental en los países “emergentes” –los antes denominados subdesarrollados y luego eufemísticamente en vías de desarrollo— desde que a sus ventajas naturales deben agregar el capital humano indispensable para potenciar atractivos y recibir la inversión que hará la diferencia para el desarrollo.
Y es impensable llegar a ello si en Uruguay no encaramos de una vez por todas una reforma de la educación en todos sus niveles, pero precisamente en las antípodas de la nueva Ley de Educación aprobada en este período, que solo se ocupa de distribuir el poder en el gobierno de la enseñanza, y que surgió de la presión de las gremiales del sector luego de las asambleas “populares” en las que solo participaron los directamente interesados, con la población al margen.
Es imprescindible contar con una enseñanza técnica y universitaria a tono con los tiempos, libre de prejuicios ideológicos, como el intento de mantener la omnipresencia y exclusividad del Estado en áreas en las que es posible y más aún necesario contar con el aporte privado, incluyendo la participación de empresas para invertir en la formación del capital humano que requieren.
Un buen ejemplo de lo que se debe hacer para ponernos a tono con los desafíos de estos tiempos es la India, que ya ha dejado de ser una promesa para encaminarse decididamente en camino del desarrollo, al haber multiplicado en los últimos años su Producto Bruto Interno, incorporado infraestructura y mejorado la calidad de vida de su pueblo.
Salvando las distancias, desde que por su tamaño y otras condicionantes tiene un escenario que no es extrapolable al Uruguay, la India es un buen ejemplo de lo que se puede hacer cuando existe un objetivo claro y se incorpora como política de Estado, que es la única forma en que se pueden obtener resultados a mediano y largo plazo.
A juicio de Subramanian Ramadoral, licenciado en Física de la Universidad de Delhi, India, e integrante de Tata Consulting Services en el Uruguay, la India tiene algunas similitudes con América Latina, y según las declaraciones que vertió al suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, “quizás la similitud más importante se halla en el capital intelectual, que es el activo más valioso de los países emergentes. Algunas empresas latinoamericanas han logrado índices muy buenos de capacitación de sus recursos humanos, sobre todo en materia informática. Sus profesionales no solo cuentan con un sólido bagaje de conocimientos teóricos, sino que también han adquirido destrezas que les permiten desempeñarse sin ninguna clase de dificultades para resolver problemas que se les presentan a empresas internacionales”.
Evaluó asimismo que “cualquier país que aspire a ser innovador debe contar con tres pilares: un buen nivel de educación superior, fuentes de capital de riesgo y emprendedores. Es esencial contar con un sistema universitario que fomente la combinación del conocimiento teórico con su aplicación práctica. A su vez la sociedad debe hallar los mecanismos que promuevan la creación de fondos de riesgo, públicos y privados, que generan las condiciones para el desarrollo de emprendimientos semilla”.
Consideró además que con este fin Uruguay deberá contar con instrumentos como mayores incentivos fiscales para las inversiones en inteligencia y desarrollo, y una legislación más eficiente para proteger la propiedad intelectual y para estimular al máximo las potencialidades de los profesionales que se vuelquen a este tipo de emprendimientos.
Pero en todos los casos, además de los instrumentos, es preciso estimular el espíritu emprendedor de los uruguayos, en respuesta a la idea generalizada del puestito público cómodo de por vida, promoviendo el riesgo como elemento diferenciador para generar riqueza, puestos de trabajo genuinos y estímulo del espíritu de superación, que en nuestro medio lamentablemente solo se genera por cuentagotas y en cambio se hace un culto a la mediocridad y la pobreza, como si fueran un ejemplo a seguir.


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