Paysandú, Domingo 01 de Noviembre de 2009
Opinion | 31 Oct A partir del jueves, Día Nacional de Lucha contra el Cáncer, se lanzó en nuestro país una campaña tendiente a que los hogares estén libres de humo de tabaco, en lo que debe ser considerado como una segunda fase de las acciones que se desarrollan en el Uruguay desde la aprobación del decreto primero, y luego de la ley, que establece la prohibición de fumar en lugares públicos cerrados.
El pasaje a esta segunda fase significa redoblar la apuesta en el marco de una iniciativa que ha resultado ampliamente exitosa, lo que es mucho decir en un país en el que precisamente suelen aprobarse leyes de todo tenor para solucionar problemas en una diversidad de áreas, pero cuyo cumplimiento a menudo no es fiscalizado y quedan desvirtuadas en los hechos.
La nueva campaña se basa en una propuesta educativa que cuenta con el apoyo de 300 instituciones y organizaciones de todo el país y, según el Dr. Francisco Musé, director del Programa Nacional de Control del Cáncer, “es prioridad seguir luchando contra el humo de tabaco, porque es la causa del 30 por ciento de los cánceres”.
El jerarca hizo hincapié además en que en Uruguay los tumores son la segunda causa de muerte después de las enfermedades del aparato circulatorio y a la vez puso de relieve que pese a los avances en el tratamiento del cáncer, lo verdaderamente importante es eliminar factores de riesgo y apuntar en todos los casos a la detección precoz, cuando hay muy buenas posibilidades de curación y sobrevivencia de los pacientes.
Y si hablamos de factores de riesgo, por supuesto que nos encontramos al tabaquismo sentado en el banquillo de los acusados, desde que el crecimiento de los casos de cáncer en la población mundial tiene relación directa con al aumento del tabaquismo, según surge de la investigación sobre su incidencia en esta enfermedad.
A la vez, mientras por un lado se ha estabilizado y hasta retrocedido el porcentaje de fumadores del sexo masculino, la incorporación de la mujer como consumidora de cigarrillos ha contrarrestado este alentador descenso, en tanto a la vez las estadísticas revelan que las personas del sexo femenino son afectadas en forma creciente por cáncer de pulmón, que está estrechamente vinculado con el tabaquismo.
Pero la ventaja de este factor de riesgo, por así decirlo, es que es evitable, por cuanto depende de la conciencia de la población y fundamentalmente de la tarea que se desarrolle en los estratos etarios más jóvenes en procura de que no se vuelquen a este hábito a temprana edad, para llegar a la edad adulta ya con la droga surtiendo su efecto adictivo en el organismo y por ende con mayores dificultades para erradicarla.
Por lo tanto, en esta nueva fase se apunta a hacer hincapié en la concientización del niño, como ya se está haciendo con muy buen resultado en las escuelas, para utilizarlo como cadena de transmisión dentro del hogar a efectos de desactivar el mal ejemplo de padres fumadores e inducirlos a que hagan su aporte doméstico en favor de la salud del niño y de la suya propia.
Claro que el problema no se termina en el hogar, sino que hay una segunda instancia en el gradual desprendimiento del niño hacia la adolescencia y su ingreso a círculos sociales donde la transgresión y los estereotipos hacen que esté buen visto y hasta se promueva la rebeldía y rechazo de valores formales a través del tabaquismo, el alcoholismo y la drogadicción.
Estamos ante una realidad que no se puede ignorar, que indica que los avances que se logran desde la acción educativa en las escuelas e incluso en los liceos, tiene una contrapartida de costumbres y hábitos sociales negativos que se manifiestan desde la adolescencia a la transición a la edad adulta.
La ley que prohíbe fumar en lugares públicos cerrados ha sido un gran avance en favor de la calidad de vida de la población, y ha defendido como nunca antes los derechos de los no fumadores a disfrutar de un ambiente libre de humo de tabaco, y también en alguna medida para reducir el consumo de quienes mantienen su adicción.
Pero es fundamental librar esta segunda fase para atacar el “núcleo duro” de la adicción y la transmisión del hábito en las edades más jóvenes, donde la imitación, y el intento de ser uno más del grupo, conlleva muchas veces renunciar a lo que fue inculcado desde la escuela.
Ello implica desandar un camino trabajosamente recorrido, cual tejido de Penélope, lo que da la pauta de que nunca puede darse la batalla por ganada y que el desafío se replantea día a día.
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