Opinion | 31 Oct El visto bueno otorgado por la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado del Brasil, por mayoría, al ingreso de Venezuela al Mercosur, que se prevé será ratificado por el plenario de la Cámara Alta, da la pauta de que tras largo tiempo de indecisiones y demoras, todos los gobiernos de los países miembro del acuerdo regional habilitarán el ingreso del país caribeño al bloque.
Tras la ratificación que haga el plenario de la cámara alta del país norteño, quedará el Parlamento de Paraguay como el único que no ha dado este paso, como sí ya han dado los demás integrantes del acuerdo, o están en vías de hacerlo, como Brasil.
En este caso el Parlamento de Uruguay, a través de la mayoría del Frente Amplio, dio en su momento un triste ejemplo de sumisión hacia el régimen de Hugo Chávez, cuando en una convocatoria relámpago por la mayoría oficialista, el Poder Legislativo dio sanción en tiempo record, prácticamente sin debate, al ingreso de Venezuela, sin tener en cuenta “minucias”, como si efectivamente el país caribeño daba garantías democráticas, tal como lo establece el acuerdo regional.
El punto es que Chávez le dio muy poco valor al “gesto” de los legisladores de la coalición de izquierdas de nuestro país y suspendió horas antes la visita que iba a realizar al Uruguay, que fuera precisamente el motivo para que los parlamentarios oficialistas apuraran el trámite parlamentario a efectos de satisfacer al mandatario caribeño.
Aquel Chávez es el mismo de hoy, y su régimen también deja mucho que desear en cuanto a su esencia democrática, lo que también quedó de relieve en el reciente debate que tuvo lugar en la Comisión del Senado brasileño. Por cierto no le faltan razones a los parlamentarios brasileños que aseguraron que Chávez gobierna “de forma casi dictatorial”, y provoca “división y desintegración en Sudamérica”, lo que no es ninguna novedad, por cierto.
Pero estos elementos importaron poco en el genuflexo Parlamento de nuestro país, cuya mayoría tuvo manos de yeso para dar la venia al ingreso del mandatario bolivariano, porque pesaron los petrodólares y las afinidades ideológicas, las que sugestivamente han quedado en un segundo plano en la campaña electoral, cuando antes se mencionaba con entusiasmo una y otra vez a Chávez prácticamente como “salvador”.