Opinion | 01 Nov Las escuelas rurales obran desde siempre como un foco cultural y de cohesión social imprescindible en el interior profundo, donde las distancias, el bajo índice demográfico, las carencias en servicios y oportunidades de trabajo son factores que contribuyen a levantar barreras invisibles para mejorar la calidad de vida de los pobladores de estas zonas.
Lamentablemente, con el tiempo el interior profundo se ha ido despoblando aunque subsisten algunas escuelas que han perdido alumnado, en tanto otras directamente se han cerrado en algunos rincones olvidados del Uruguay.
Pero en los últimos años han surgido algunos polos de desarrollo en áreas rurales que han permitido revertir los procesos de despoblación, sobre todo en áreas forestales y también, aunque en menor medida, en zonas agrícolas donde se concentra la demanda de mano de obra, además de implantaciones de frutas para exportación, como es el caso de los cítricos y los arándanos.
Estas oportunidades de trabajo han significado un aumento de estudiantes en determinados centros de primaria rurales, pero a la vez hay áreas, como las de explotaciones ganaderas, donde la despoblación se mantiene y las escuelas siguen sufriendo penurias para mantenerse abiertas.
En este contexto debemos valorar que a través de un convenio entre Obras Sanitarias del Estado (OSE) y el Consejo Directivo Central (Codicen) de la educación, cuatro escuelas rurales de Paysandú hayan pasado a contar recientemente con servicio de agua potable, tratándose en este caso de las de Ros de Oger, Colonia Las Delicias, San Francisco y Pandule, tras concretarse perforaciones, entubamientos e instalación de bombas y tanques para depósito.
Esas incorporaciones no significan solamente la mejora del servicio, de la higiene y de la prevención de enfermedades, sino que también implica que el propio medio en el que está inmersa la escuela pueda abstecerse en situaciones de emergencia e incluso hacerlo en forma regular a vecinos cercanos, a los que se instalarán surtidores. Esta mejora debe valorarse en un contexto de las dificultades de siempre en el medio rural, donde hasta las cosas más sencillas son difíciles de alcanzar por la lejanía en los servicios y las enormes demoras en hacer realidad los proyectos.