Paysandú, Sábado 07 de Noviembre de 2009
Opinion | 02 Nov Es realmente inaudito -por decir lo menos-- que en una conexión internacional que debería estar sujeta a las normas del Mercosur en cuanto a libre tránsito de personas y de vehículos entre países de la región, siga aplicándose olímpicamente el corte del puente “General San Martín” por el piquete de Gualeguaychú, poco menos que declarando el sector como territorio “liberado”, es decir como un país dentro de otro, en el que no se aplican las leyes nacionales ni las normas internacionales y solo se autoriza el paso por la cara o la intención del que intente cruzar, o se aviene a obtener de alguna forma “pases libres”, que en todos los casos conlleva una contraprestación sujeta a la voluntad de quienes en ese momento estén protagonizando el piquete.
Realmente un episodio de esta naturaleza, de delito continuado y públicamente expuesto como una reivindicación ambientalista, que a esta altura ya no la puede creer nadie, solo puede darse en la Argentina, donde lamentablemente, en aras de predicarse la defensa del derecho a la vida, -- frente a una amenaza que nadie ha probado ni por asomo-- se vulneran hasta los derechos más elementales de la población de ambas orillas, sin derecho al pataleo.
Estamos ante una resignación de autoridad por el gobierno nacional argentino y el provincial de Entre Ríos, al principio por acción y luego por omisión, desde que indudablemente los piqueteros han terminado colmando la paciencia hasta de quienes los defendían a ultranza, y solo retienen a un “núcleo duro” de manifestantes a los que no en realidad poco y nada importa el tema ambiental, desde que ni abrieron la boca cuando la reapertura de una planta de celulosa altamente contaminante que había sido cerrada en su momento en su país, y siguen en cambio agitando fantasmas de una presunta contaminación del río Uruguay que solo existe en su imaginación febril.
Recientemente, a través de EL TELEGRAFO se supo que contra la entrega de pases libres o eventuales, la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú permite el paso por el puente Fray Bentos-Puerto Unzué de entre 50 y 60 personas, pero en determinadas circunstancias, como el 25 de octubre, ingresaron más de cien, y los propios asambleístas reconocen tener un libro de registro de quienes pasan por la barricada de Arroyo Verde y el otorgamiento de pases libres o esenciales.
El punto es que más allá de manejarse en algunos casos razones humanitarias, como enfermedad o fallecimiento de un familiar, nadie sabe cuántas personas pasan igualmente por día por el puente y, por supuesto, tampoco se sabe como se obtienen esos pases, el costo que puedan tener, quién los cobra y para qué, simplemente porque no pueden existir controles en el reino del todo vale y del fin que justifica los medios.
Este es precisamente el punto: el territorio de nadie, donde no se aplica la ley, se presta para que pase cualquier cosa, y de esta forma el movimiento seudo ambientalista queda expuesto ante sus propios vecinos, encerrado en sus contradicciones y fundamentalismos, bajo sospecha --cada vez más fuertes-- de realizar maniobras para recaudación de fondos y así seguir la lucha. Encima descalifica a quienes legítimamente se sienten perjudicados por un corte que se ha vuelto contra la propia Gualeguaychú, al punto que ya hay numerosos vecinos que se animan a proclamar en voz alta su oposición a la medida, pese a exponerse a las descalificaciones de los activistas, que se creen dueños de la razón. Y ante las reiteradas exhortaciones de comerciantes de la ciudad entrerriana para que se libere el puente, nos encontramos ante expresiones de activistas que sostienen que son apenas unos 40 comerciantes que no representan a Gualeguaychú, aunque hayan realizado asambleas numerosas.
Es que en cuestiones de representatividad y de opinar en nombre de los demás, pese a estar curados de espanto, la asamblea piquetera ha superado todos los límites, y ha impuesto invariablemente su parecer mediante el grito destemplado y hechos consumados.
No es porque sí que se ha opuesto invariablemente a que se organice un plebiscito para que la población decida si está a favor o en contra del corte en Gualeguaychú, desde que es archisabido que siguen apelando a la intimidación y a la descalificación de quienes piensan distinto. Pero a esta altura, es indudable que el corte está agonizante, como también el irracional movimiento, salvo esporádicos manotones de ahogado e intentos efectistas que cada vez encuentran menos eco en una población hastiada de los delirantes.
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