Opinion | 03 Nov Atribuible a un veranillo o a los efectos del cambio climático; lo concreto es que las últimas jornadas de octubre constituyeron un tórrido adelanto del verano, con temperaturas incluso superiores a los 40 grados. El fenómeno, apenas soportable, sitúa nuevamente en el tapete la necesidad de extremar los cuidados al momento de exponerse a los rayos solares, fundamentalmente niños y personas de piel sensible. Pero también nos recuerda que en cada temporada estival nuestro país se convierte en escenario de devastadores incendios forestales, que además de incalculables pérdidas desde el punto de vista ecológico y material, también provoca víctimas humanas.
Afortunadamente, las altas temperaturas registradas durante la última semana se presentaron asociadas con elevados niveles de humedad atmosférica, circunstancia que impide la propagación del fuego, pero este equilibrio irá modificándose conforme transcurran las semanas.
Con motivo del último aniversario de la institución, las autoridades del Destacamento Local de Bomberos refirieron al 2009 como un año positivo en lo que respecta a incorporación de vehículos y equipamiento, pero su jurisdicción –dominada por extensas áreas forestadas-- sigue siendo infinitamente extensa y el personal disponible igualmente escaso.
El inusitado ascenso de los termómetros provoca molestias y contratiempos, pero también oficia como llamado de atención de cara a los meses venideros. Durante la última temporada veraniega la falta de personal en el Destacamento sanducero comprometió seriamente la operativa de la institución en jornadas donde a veces se desataron hasta cinco siniestros. La llegada de vehículos y equipamiento resulta fundamental, pero las autoridades nacionales de Bomberos deberían, mientras hay tiempo, rever políticas de recursos humanos y evitar que el próximo verano se convierta en un nuevo infierno para nuestros bomberos.