Paysandú, Domingo 08 de Noviembre de 2009
Opinion | 03 Nov El sábado, tres ex jefes de Estado se reunieron en la capital alemana para conmemorar un hito histórico para la Humanidad: la caída del Muro de Berlín, símbolo de una gran mentira repetida durante décadas por el comunismo internacional para tratar de vender el mito del socialismo real, del presunto logro de la sociedad ideal y el régimen perfecto, donde todos los seres humanos eran tan iguales como felices, verdadero paradigma, lejos de las libertades “burguesas” y de la necesidad del sacrificio de “algunas” cosas, como costo menor a pagar para llegar a la luz.Coincidieron en el encuentro el ex presidente de Estados Unidos George H. Bush, el último dirigente de la ex Unión Soviética, Mijail Gorbachov y el ex canciller germano occidental Helmut Kohl, quienes fueron homenajeados en una ceremonia realizada en Berlín que recordó las esperanzas acumuladas durante tanto tiempo en la ex Alemania Oriental y transformada en realidad política con el fin de cuarenta años de división artificial entre los pueblos por decisión de la burocracia comunista de la ex Alemania “Democrática”.
Las celebraciones, que se inician a los veinte años de los días previos al 9 de noviembre, cuando se conmemorará efectivamente la caída del muro, contarán con la presencia de dignatarios de todo el mundo, aunque seguramente estarán ausentes algunos representantes de regímenes que todavía siguen negándose a reconocer que aquel mundo en blanco y negro quedó atrás y que terminó con la aplastante derrota del comunismo nada menos que a manos del pueblo del que se decía representante único y exclusivo.
Es que la caída del muro destrozado por la población alemana, símbolo del régimen dictatorial de la burocracia comunista, apoyada en el régimen militarizado pro soviético y la policía política Stasia, dueña de las vidas de los alemanes del Este, fue el corolario de un proceso que se fue incubando en varios países de detrás de la ex Cortina de Hierro que tenía en la Unión Soviética al creador, mentor y policía de las “repúblicas” del socialismo real.
Esta consolidación se dio luego de la Segunda Guerrra Mundial, con el ejercicio del poder por José Stalin, sus famosas “purgas” de dirigentes opositores dentro de la ex URSS y sus millones de muertos en la represión, las deportaciones de opositores a los gulags siberianos, que serían dignos exponentes de una obra maestra del terror si no hubiera sido una cruel realidad que el comunismo pretendió mantener el secreto basado en su régimen de partido único, prensa en manos del Estado y persecuciones políticas de los disidentes. Todo este proceso dio lugar luego a la revolución popular en Hungría en la década de 1950, aplastada a sangre y fuego por los tanques rusos que ingresaron a Budapest “invitados” por el régimen comunista húngaro para que la situación no se les fuera de las manos, y siguió luego con los escarceos de libertad en la denominada “primavera de Praga”, en la que los libres pensadores se atrevieron a desafiar la verdad oficial de la dictadura.
No pueden olvidarse tampoco los episodios que se dieron en Polonia, con el sindicato Solidaridad, de Lech Walesa, en abierta lucha contra el régimen comunista polaco, entre otros acontecimientos que esporádicamente, pero cada vez con mayor frecuencia, fueron marcando que crecía la oposición interna a la conculcación de libertades, a la persecución de quienes se atrevían a cuestionar los dictados del mandamás de turno y a considerar que al fin de cuentas la mentira repetida mil veces terminaba por hastiar en lugar de convencer como si fuera verdad.
Pero sin dudas el gran detonante de la clarinada de libertad que arrasó con las dictaduras comunistas fue la propia inviabilidad del sistema, de compartir pobreza y carencias como si fuera un mérito solo para mantener viva la esperanza de que las cosas algún día podían cambiar, aunque década tras década se fueran solo en promesas.
La división de Alemania durante cuarenta años, a través del muro levantado por la Alemania Comunista en 1961 para evitar que sus ciudadanos se fugaran masivamente a Occidente fue durante muchos años un símbolo de la tragedia oculta detrás de la ex Cortina de Hierro para ir ganando tiempo, en un ejemplo brutal de desprecio por las libertades y la democracia.
Hasta que llegó aquel noviembre de 1989, cuando resultó imposible hasta para los dictadores seguir vendiendo la mentira de la sociedad perfecta, de ocultar que a pocos metros existía un mundo mejor, y sobre todo libre, y explotó el grito de libertad en decenas de miles de alemanes que arremetieron incontenibles contra el muro, lo que repicó con emoción y solidaridad en centenares de millones de personas amantes de la democracia en todo el mundo. Las que hoy celebran con la misma emoción retrospectiva el éxito de la mayor revolución popular de la historia, que se volvió contra quienes se decían a la vez revolucionarios, pero solo para seguir imponiendo sus extremismos, sus mesianismos y sus delirios de poder.
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