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Paysandú, Domingo 08 de Noviembre de 2009

Relato de túnica blanca y moña azul

Locales | 06 Nov Los campos de influencia del establecimiento Molles Grande, sobre la ruta 26, son habitados por unas quince familias, las que tienen un promedio de cuatro hijos. Según resultados del Monitoreo Educativo 2008, son de nivel socio económico medio. En el lugar – de producción preferentemente agrícola ganadero – se encuentran establecimientos de referencia. Entre ellos: Los Molles, Madre Selva, Bonanza, Los Sauces, El Estribo, San Carlos, Tierras Coloradas, El Pedregal, Cerro La Bandera y Las Marías.
Pero, como cualquier otro lugar del interior sanducero, la escuela es el punto de referencia para la comunidad.
En ese contexto la escuela 84 de Molles conserva una interesante historia, cargada de un apasionante pasado que marcó a varias generaciones de la zona, descubriendo a hombres y mujeres comprometidos con el entorno.
En el año 1949, en la zona de Molles no había escuela pública la familia Simean Dalmao pagaba una maestra particular con la cual se beneficiaban los vecinos de la zona que enviaban a sus hijos a recibir instrucción en educación primaria. Como la concurrencia era numerosa, los padres pidieron a las autoridades escolares por nota una maestra. Don Miguel Simean construyó en terrenos de su propiedad – ubicado en el kilómetro 113 de la ruta 26 – un salón.
El propio Miguel fue quien levantó las paredes de la obra que comenzó el 29 de agosto de 1949 con una limpieza y acondicionamiento del predio. En tanto el 5 de setiembre comenzaron a construir las vigas y a montar las primeras hiladas de ladrillos.
El 7 de noviembre el salón ya estaba pronto y comienzan a dictarse las clases, siendo la primera maestra René Scotto. Los primeros tres alumnos en inscribirse fueron: Miguel Lázaro Simean, Luis Eusebio Simean y Alberto Evaristo Simean. Hasta marzo de 1958 funcionó como escuela auxiliar y desde el 1º de abril de ese mismo año pasó a categoría de escuela rural, correspondiéndole el número 84.
El 22 de mayo de 1972 los vecinos se dirigieron – a través de una nota – al ministro de Obras Públicas de aquel entonces, arquitecto Walter Pintos Rizzo, solicitando autorización para ocupar el edificio actual. El 12 de junio del referido año se efectuó el traslado.
Desde esa fecha, las diferentes comisiones de fomento realizan mejoras tanto en el edificio como en el predio, ubicado en terrenos donados por el establecimiento agropecuario Los Molles S.A. Según se desprende del relato colectivo, por aquellos tiempos fue consultado Oscar Bergh – mayordomo de Los Molles S.A. quien dijo que así como se colaboró con otras inquietudes de la zona, la firma que él representa no tenía inconvenientes en ceder esos terrenos para el funcionamiento de una escuela.
El lugar se encontraba abandonado. Fue así que la propia estancia Los Molles proporcionó un albañil para el pintado y aseo de la estructura.
Además se colocaron los cielorrasos en las habitaciones destinadas a las aulas. Los caseros de la época comenzaron a sembrar la parcela y a trabajar la quinta con plantaciones de maíz.
Durante el año 1973 continuaron los trabajos de reparaciones. Mientras que en el año 1975 se realizaron dos grandes festivales criollos con la finalidad de recaudar fondos para continuar con el mejoramiento del edificio.
Se compraron y colocaron vidrios en las aberturas. Se construyó una canaleta de desagüe y se instalaron tanques para recoger agua.
El mayor registro de la matrícula ocurrió en el año 1970 con la inscripción de 29 alumnos, anotándose 19 niños y 10 niñas.
Pese al mantenimiento realizado por la comisión fomento, estos no resultaban suficientes como para que el local estuviera en óptimas condiciones para su funcionamiento.
Esa situación y las distancias que debían recorrer los alumnos para cumplir con las clases, provocaron que por el año 1979 se iniciara un trámite tendiente a la instalación de una escuela rural en régimen de internado en el paraje denominado Cuchilla San José, tomando como centro el terreno donado por María Esther Henderson de Larre Borges – ubicado en el mojón 131 de la ruta 26 – que comprendía un radio de cinco kilómetros. Para ello se efectuó un censo escolar, pero esa instancia definitivamente quedó sin efecto.
Hoy, los nuevos tiempos marcan renovados objetivos de quienes al mirar hacia atrás recuerdan con orgullo aquel pasado que hizo posible este presente.


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