Paysandú, Viernes 13 de Noviembre de 2009
Locales | 13 Nov Alexandrino Franco López nació en Valle, Brasil, pero a los pocos días de su nacimiento sus padres se mudaron para la zona de Paso Castell de Corrales a un lugar llamado Paso de la Estancia. Es casado desde hace sesenta y un años con Paulina Medeiros. Son padres de tres hijos, una mujer y dos varones (uno de ellos fallecido), y tienen seis nietos. Jubilado rural, a sus ochenta y tres años se lo puede ver agradecido con las cosas de su entorno. Hace un buen rato que se vino para la ciudad, pero en su memoria conserva imborrables recuerdos de aquellos intensos años vividos por los pagos de la ruta 26. Si bien al momento de ser entrevistado se mostró algo sorprendido por nuestra intención de obtener su testimonio de vida, relató parte de lo que ha significado para él vivir en el entorno natural del campo. “La verdad, yo solo soy un vecino de este pago, nada más. Pero, bueno si le resulta interesante mi historia le puedo contar algunas cosas de las que recuerdo”, sostuvo.
Precisamente de eso se trata esta sección. De recrear historias en las que los protagonistas narran la vida tal como es. Con otros códigos de convivencia y en entornos diametralmente distintos a los de la ciudad.
Su memoria se disparó a sus años de infancia, donde casi no había escuelas rurales. Pero, como ocurría en algunos lugares de la campaña uruguaya de mediados del siglo XX, las estancias se encargaban de contratar maestras para que los chicos tuvieran una formación y ciertos niveles de instrucción.
De todos modos don Alexandrino tuvo la oportunidad de estudiar en Paysandú ciudad y hacer algunos años en el liceo Elbio Fernández de Montevideo, aunque su mente siempre estuvo en otros escenarios apartados del ruido de los grandes conglomerados. Fue por eso que siempre imaginó volver a su viejo terruño.
Desde muy temprana edad sintió una fuerte predilección por las actividades rurales. “Yo quería trabajar en el campo desde gurí y así fue que aprendí a labrar la tierra con bueyes y mucho más adelante con tractores”.
No reniega de los tiempos malos y tampoco está de acuerdo en que todo tiempo pasado fue mejor. “Para mí, toda época fue buena. La vida ahora es tranquila, con los problemas que tiene todo el mundo. Con mi mujer siempre decimos que el dinero no es lo primordial, y eso es así”.
Sobre el relacionamiento con los vecinos del entorno, don Alexandrino sostuvo que “por los años 1940 por estos campos todo el mundo hablaba portugués o portuñol. Había muchas familias que llegaban hasta estas tierras desde Río Grande del Sur a encarar sus nuevos proyectos de vida. Eran otros tiempos, ni buenos ni malos; diferentes”.
De hecho las siguientes generaciones de emigrantes brasileros y portugueses se afincaron por esos campos del noreste sanducero y buena parte de Tacuarembó y Rivera. Definitivamente esos hombres y mujeres forjaron parte de la identidad de una zona del país que hoy convive entre la nostalgia de un tiempo que ya no está y los sueños del tiempo que vendrá.
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