Opinion | 11 Nov La actual administración municipal, basándose en parte en el trabajo de anteriores administraciones, impulsó eficazmente la reactivación de la zona balnearia, contribuyendo a transformarla en un sitio donde tanto sanduceros como turistas pudiesen disfrutar de la belleza natural de nuestras costas, pero también dotándola de una aceptable disponibilidad de servicios. En este contexto, resulta auspiciosa la reciente adjudicación de los principales paradores, ya que además de servicios e infraestructura, una atractiva oferta turística no puede disociarse de sitios adecuados donde comer, beber o simplemente disfrutar de un buen rato.
Sin embargo, la rehabilitación de las playas no llegó de la mano con la evolución cultural necesaria para impulsar nuestro potencial turístico, sino que durante años los vándalos hicieron de nuestros balnearios su lugar predilecto para atentar contra la propiedad pública y privada. Incluso, en temporadas anteriores, varios espacios públicos de la zona se convirtieron en polos de atracción para quienes, generalmente bajo los efectos del alcohol, entienden por diversión molestar a los demás o protagonizar escandalosas reyertas en plena vía pública, no siempre debidamente reprimidas por la Policía.
Cada año, numerosos turistas regresan a Paysandú atraídos por el recuerdo de una ciudad hospitalaria, con playas ideales para disfrutar en familia. La infraestructura mejora cada año y en poco tiempo culminarán las obras en la senda peatonal. Pero también será importante que las autoridades, en base a una correcta coordinación, actúen con eficacia para evitar que los antisociales se adueñen una vez más de un lugar para cuya mejoría hemos contribuido todos los ciudadanos. De lo contrario, el slogan de “ciudad turística” seguirá perdiendo sentido y los vándalos volverán a violentar el derecho de los demás a disfrutar de nuestro río.