Opinion | 14 Nov La Plaza Libertad de Montevideo fue escenario el jueves de una acto de “desagravio” en el que connotados dirigentes tupamaros, entre ellos Julio Marenales, rodeado de simpatizantes de este grupo integrante del Frente Amplio, con gran jolgorio y sentido del humor hicieron un simulacro de entrega de armas, a propósito del sonado caso Saúl Feldman, apuntando a poner en ridículo los argumentos expuestos durante la reciente interpelación a dos ministros.
Marenales llegó con una peluca rubia y fotocopias de su credencial, en tanto al pie del monumento los asistentes fueron depositando armas de juguete, masitas de todo tipos, incluyendo “bombas” de crema y “cañones” de dulce de leche, además de libros de literatura marxista, en tanto en el lugar fueron dejadas inscripciones y volantes satirizando al ex presidente Jorge Batlle y al aspirante presidencial nacionalista Luis Alberto Lacalle.
Por cierto que es un aspecto positivo, al fin de cuentas, que las cosas se tomen con humor, porque si como dicen los médicos, la risa es sana y se contagia al alma, es buena cosa dejar de crispar los puños y de tener el ceño fruncido.
Pero, lamentablemente, el movimiento tupamaro no tuvo este sentido del humor cuando en la década de 1960, en plena democracia, sus integrantes montaron arsenales de verdad y se alzaron en armas contra el gobierno de turno, perpetraron atentados, secuestros e hirieron y mataron a personas, entre ellos policías y militares “de a pie”, que solo cumplían su deber como empleados de los organismos del Estado.
En ese entonces no tiraban bombas de crema, como las que aparecieron en las últimas horas, sino explosivos de verdad, que causaron mucho dolor al pueblo uruguayo, y tampoco usaron balas de chocolate ni cañones de dulce de leche. Simplemente utilizaron los arsenales que fueron escondiendo, tras robar bancos y asaltar todo lugar en que hubiera armas, en nombre de una “revolución” de iluminados que pretendió ser un espejo de la que había encabezado pocos años antes Fidel Castro en Cuba.
Y en verdad, si entonces hubieran tenido realmente convicciones democráticas, debieron haber apelado a otras vías, como hacen ahora, usando armas de juguete, en lugar de causar a través de la violencia un drama inenarrable al pueblo uruguayo, provocando el caos y la desestabilización que trajo la larga noche de la dictadura al país.