Opinion | 13 Nov Una de cada diez recetas no son aceptadas, en farmacias según publicó el suplemento “Qué Pasa” del diario El País. La principal causa de la invalidez de las recetas es simple: no se entiende la letra.
Este hecho, que puede parecer una circunstancia casi curiosa, implica sin embargo que el paciente deba recorrer nuevamente el camino de visitar al médico para obtener una nueva receta que se entienda. En ese caso, además de la sobrecarga que se impone al servicio de atención en el consultorio, implica para el paciente mantenerse sin tratamiento, es decir sin recibir la medicación adecuada.
“En la mayoría de los casos es porque son altamente ilegibles. Hay médicos que se creen que porque son médicos tienen que escribir mal, de una forma incorrecta y no es así. Deberían usar letra de imprenta, para ser más claros”, dijo Julio Gadea, presidente del Centro de Farmacias del Uruguay.
Y Gadea tiene razón, porque es habitual que se justifique la mala letra con la cantidad de trabajo que el galeno tiene diariamente o con el escaso tiempo para atender el volumen de pacientes a los que debe dar respuesta. Sin embargo invertir esfuerzo en escribir mejor podría considerarse una evidencia de responsabilidad, para que el medicamento acorde al tratamiento que se indicó pueda adquirirse correctamente y administrarse de la forma apropiada.
¿A quién no le ha ocurrido acercarse a la ventanilla de la farmacia y que el farmacéutico le consulte para qué dolencia es el medicamento que le recetaron? Suele darse también que la receta no contenga toda la información exigida cuando se trata de psicofármacos, por ejemplo, y se requiere más detalles.
En tiempos en los que la informática alcanza prácticamente todos los aspectos de la vida parece un contrasentido que las recetas médicas sigan siendo escritas a mano y que los médicos que evidentemente no se han encargado de que su letra sea más clara no busquen un mecanismo alternativo. No debe resultar tan difícil la digitalización del proceso de prescripción médica y la consecuente informatización del trayecto de la receta. Es una reflexión sencilla pero que a la luz de la realidad parece necesaria.