Paysandú, Miércoles 18 de Noviembre de 2009

Números relativos e inflación

Opinion | 17 Nov El viejo aserto de que todo es relativo en la vida no surge de la nada sino que precisamente la experiencia indica que pese a que los números son indiscutibles --como es el caso concreto de las estadísticas-- hay más de una forma de ver las cosas, y dos posturas o interpretaciones en apariencia contradictorias resulta que pueden ajustarse a la realidad, dependiendo del ángulo o los elementos que se traigan a colación.
Es que hay de por medio tendencias, interpretaciones, condicionantes, evaluaciones, que llevan a concluir que pese a su contundencia los números no son al fin de cuentas incontrastables ni absolutos, porque las realidades son cambiantes y también los ángulos desde los que se aprecian.
Ello no quiere decir que las estadísticas difieran de la realidad, sino que simplemente cuando entra a tallar el aspecto humano debe tenerse en cuenta una serie de elementos subjetivos e imponderables, así como una cuota de imprevisibilidad e incertidumbre que es inherente al trabajo de campo cuando se levantan los datos, a su procesamiento y su traslado a la estadística, que naturalmente es más confiable cuanto mayor sea el universo relevado.
Uno de los ejemplos más claros de este razonamiento es el relacionado con los estudios que se llevan a cabo para determinar los índices de inflación en un país, salvando las distancias con lo que ocurre en Argentina, donde es notorio el “manipuleo” de las cifras para acercarlas a la verdad oficial.
Pero por ejemplo en otros países --incluyendo al Uruguay-- donde existe un trabajo profesional de los institutos de estadística que refiere a un protocolo y metodología de probada eficacia y exactitud, también los índices de evolución de precios se prestan a una interpretación que hace que las franjas de la sociedad relevadas registren cada una “su” inflación particular, que por supuesto no es culpa de los números sino de los componentes del presupuesto de cada familia.
Este punto es desarrollado, en base a estudios realizados en varios países, por el suplemento “Qué Pasa” del diario El País, donde se hace hincapié en el escenario que se da en Uruguay, teniendo en cuenta que existe una relación conflictiva y dinámica entre los asuntos públicos, la manera de medirlos y evaluarlos y el manejo de diversos indicadores en la esfera del debate social. Y centrándonos precisamente en el tema de la inflación, que es un punto de gran importancia para la economía de un país, así como referencia para la adopción de medidas directamente relacionadas con el plano salarial y de las prestaciones, tarifas públicas, pago de impuestos, entre otros aspectos, debe tenerse en cuenta que existe un valor de inflación general y otros paralelos que varían sustancialmente en relación con el estrato socioeconómico de que se trate.
En este sentido, debe tenerse presente que como incluso lo hemos analizado en esta columna en más de una oportunidad, la evolución de precios de bienes y servicios varía sustancialmente entre los estratos de ingresos más bajos y los más altos, a lo que debe agregarse elementos como la integración del núcleo familiar, lugar de residencia, etcétera.
De acuerdo a lo señalado por la economista Gabriela Mordecki, del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas, “tu inflación no es la misma que la mía”, a la vez de razonar que este dato “depende de lo que cada uno consuma. Si yo gasto mucho en alimentos y tú mucho en papelería, mi presupuesto va a estar mucho más sujeto a las variaciones de precios de los artículos o los bienes que compro, por lo que la inflación me afecta de distinta manera”.
En otras palabras, pero con ejemplos concretos de situaciones que se han dado en nuestro país, podemos señalar que en los últimos años es evidente que la inflación ha castigado duramente a los hogares de menores recursos, sobre todo los de familias numerosas, porque pese a que la inflación “pura” no llegó a los dos dígitos, el empuje de los precios de los alimentos al alza por su cotización internacional llevó a que una porción cada vez mayor del presupuesto familiar tuviera que destinarse a sastisfacer necesidades básicas, a lo que se agregó también subas de tarifas públicas y de componentes como los alquileres.
Este escenario no difiere mayormente del actual, porque la evolución de salarios e inflación para los sectores menos favorecidos en la escala de ingresos ha perjudicado a este sector, aunque los números, que pese a todo no mienten, digan lo contrario en las estadísticas oficiales tomadas en base a los parámetros que marcan las técnicas de estudio.


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