Paysandú, Viernes 20 de Noviembre de 2009
Locales | 17 Nov El nivel importante de gravedad que tiene en el país el tránsito vehicular es sin duda tema trascendente, que ha sido motivo de atención en esta columna. Y precisamente en circunstancias en que recordaba, quien escribe, el asombro que exteriorizó una joven visitante estadounidense que nos visitó con motivo de un intercambio de estudiantes hace ya muchos años, al observar en Montevideo insólitas maniobras por numerosos conductores, EL TELÉGRAFO insertó en su edición del último domingo un comentario que aludió a tan serio problema. Se analizan en dicha nota, entre otras, manifestaciones del Presidente de la Unasev (Unidad Nacional de Seguridad Vial) en las cuales expone el alto número de accidentados y de fallecidos como consecuencia de los accidentes y el monto ciertamente muy alto que ello genera anualmente.
Sin perjuicio de expresar que dicho alto funcionario señala que las medidas implementadas han logrado un descenso del número de lesionados graves y de fallecidos, y que es indicador positivo en cuanto a que las medidas son eficaces, se entiende conveniente señalar algunas de las deficiencias que se advierten diariamente, en ciudades y rutas, cometidas por los conductores, también en algunos casos por los transeúntes, que son sin duda la causa sustancial de tan grave realidad, y que obedecen en esencia a deficiencias graves en materia de educación.
Es algo común, frecuente, que los conductores no respeten las normas y señales del tránsito, creadas, y puestas muchas en la vía pública, para elevar o intensificar la seguridad. La que indica “PARE”, que es equivalente a la “luz roja”, impone por tanto la detención en cualquier circunstancia (aunque no circulen vehículos por la transversal) pero no siempre se respeta cabalmente por los conductores, casi nunca por los peatones, y hasta es común ver a personas mayores, a veces acompañadas por uno o varios menores, que tampoco la respetan, con lo que dan pésimo ejemplo para su formación.
Es también algo habitual que los conductores no se preocupen por hacer señales, o sea “avisar”, a los otros que conducen, para indicarles la maniobra que pretenden realizar, algo que desconoce el alto grado de seguridad que produce la oportuna indicación al respecto.
No está generalizada, sino precisamente todo lo contrario, que los conductores lo hagan respetando determinada senda; muchos la cambian brusca, y normalmente, sin ninguna señal. También la cambian bruscamente si en la senda por la cual circulan advierten algún obstáculo, o vehículo detenido, que obstruye el tránsito, y lo habitual es que lo hagan sin ninguna señal previa. Además consideran, muchísimos (acaso la mayoría), que cuando la ruta, calle o avenida se desvía a la derecha o a la izquierda es deber del conductor cambiar inmediatamente la senda, hacia derecha o izquierda, según desvíe la ruta, como si circularan en plena competencia por una pista de carreras, lo cual causa tremendas dificultades y riesgos a los demás que conducen. Y cuando, detenidos por semáforos, en vía con varias sendas, deben virar a derecha o izquierda, lo más frecuente es también que no respeten su senda y circulen por la más cerca de la izquierda o de la derecha, con graves inconvenientes para los demás. Consideran, así parece, que no es posible que dos, tres o cuatro vehículos giren simultáneamente cada uno por su senda.
Es común también que, en una ruta, quien debe tomar la transversal hacia la izquierda, en lugar de desviarse hacia la derecha para detenerse, y girar cuando el tránsito lo permita, lo haga en plena senda de circulación, y cause la formación de una larga cola de ve-hículos detenidos a la espera de que la ruta quede libre.
Finalmente, es grande la falta de respeto de los conductores hacia los peatones, y lo es también que éstos no guarden al cruzar las precauciones ajustadas a la seguridad.
Quien escribe, en razón de que muchos conductores ni siquiera tienen idea de que en tales casos incurren en infracciones (que en algunos casos hasta son “barbaridades”) ha sugerido que las respectivas autoridades instruyan, por vía de programas de televisión, cuáles maniobras son faltas graves contra la seguridad, mediante la clara explicación visual de lo incorrecto, insiste una vez más en tal sentido, pues piensa que sólo mirando en la pantalla tales incorrecciones bien explicadas se podrá lograr que muchos, por fin, adviertan la gravedad y los riesgos de tales insólitas incorrecciones, y comience así progresiva corrección de tan poco explicable y perjudicial realidad.
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