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Paysandú, Domingo 22 de Noviembre de 2009

Cuando ir a clases es mucho más que aprender a leer y a escribir

Locales | 20 Nov Personas entre 24 y 76 años de edad integran un grupo de hombres y mujeres que decidieron retomar sus estudios.
Las historias individuales son similares. Se trata de vecinos de villa Quebracho y Chapicuy que concurren al Programa de Educación para jóvenes y adultos instrumentado por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), para gente que no terminaron con sus estudios de educación Primaria. El programa – que se aplica desde hace unos cuatro años – contempla el interés de todos aquellos que no culminaron primaria y que hoy tienen la posibilidad y el interés de retomar sus estudios.
EL TELEGRAFO tuvo la oportunidad de conocer cómo es un día de clases e interiorizarse de las historias personales y qué fue lo que impulsó a estos vecinos del interior rural a continuar sus estudios.
Las clases se dictan los lunes y martes en la escuela 97 del barrio Mevir de Quebracho y los miércoles y jueves en la iglesia Valdense de Chapicuy. Están a cargo de la maestra Susana Bodeant. En Quebracho concurren unos diecisiete alumnos, mientras que a Chapicuy lo hacen unos siete. Las experiencias son extraordinariamente positivas porque en todos los casos se trata de gente que trabaja durante gran parte del día en diferentes actividades.
Pequeños tamberos, chacareros, zafreros y amas de casa. Todos ellos sueñan con mejorar su formación personal y cuentan con un fuerte apoyo de la familia. Ello se ve reflejado en Pedro, un pícaro y simpático alumno que concurre con su hijo, quien lo acompaña cuando termina sus estudios en el liceo de Quebracho.
Escuchar cada uno de los testimonios nos permitió entender que cuando se quiere, se puede. La convicción de creer en que éste es el momento y en elevar la mirada un poco más allá, se percibe en cada palabra de estos aplicados alumnos sabedores que esta experiencia les permitirá crecer un poco más. No faltó la frase “nunca es tarde para aprender”. O aquella señora que trabaja en un almacén y que confesó que cuando quedaba sola frente al negocio, no sabía hacer una boleta y copiaba del paquete de la mercadería el nombre del producto, porque si bien identificaba perfectamente la mercadería, no sabía escribir el detalle. Ahora aprendió y se siente orgullosa pasote sus progresos.
Tampoco es menor es el esfuerzo que se hace para concurrir a clases, porque en la mayoría de los casos los alumnos deben recorrer considerables distancias. Un viaje realizado recientemente a Tacuarembó generó un interesante fortalecimiento del grupo. Esta experiencia motivó a uno de los alumnos a redactar minuciosamente toda la aventura: la visita al balneario Iporá, el museo de Carlos Gardel, la laguna de Las Lavanderas, el Valle Edén y el cementerio indígena. José se calzó los anteojos y comenzó con su apasionado relato, el que no perdió detalle del viaje, que culminó en termas de Daymán. Al finalizar nuestra visita, los alumnos, la maestra y la auxiliar invitaron al periodista de EL TELEGRAFO a compartir una merienda.


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