Paysandú, Jueves 26 de Noviembre de 2009
Opinion | 23 Nov Un estudio realizado en Estados Unidos sobre el origen de la criminalidad, arroja que uno de cada diez hombres que no finalizaron sus estudios secundarios está actualmente en la cárcel por algún tipo de delito, mientras que entre los que terminaron los estudios la relación disminuye a 1 de cada 35. Según las estadísticas en ese país –que ostenta la mayor tasa de criminalidad entre los estados del Primer Mundo--, la posibilidad de caer en la delincuencia para un joven sin educación secundaria es 400% más que para el que sí lo hizo. Asimismo, las dos terceras partes de los delincuentes que cumplieron su pena reinciden en un período menor a 13 años, principalmente a causa de la dificultad para acceder a un trabajo estable debido a sus antecedentes penales.
La conclusión es clara: para bajar las cifras de delincuencia es necesario reforzar la educación.
Mientras tanto los uruguayos reclaman cada vez más seguridad pública, lo cual es totalmente legítimo. También se escuchan voces que exigen mano dura contra la delincuencia, porque es cierto que cuando se es víctima de un delito, el asunto se mira desde otra perspectiva. Además, están los políticos de siempre –mucho más en épocas de campañas electorales como la que atravesamos en este momento-- que prometen soluciones mientras responsabilizan a los jueces y a las instituciones competentes por las reincidencias.
Sin embargo, la sociedad debe aspirar a más, y siempre es mejor prevenir que curar la enfermedad. El principal objetivo del Estado debería ser atacar las causas de la delincuencia asegurando la educación de calidad en todos los estratos sociales, creando hábitos y oportunidades de trabajo para los jóvenes y fortaleciendo la familia en base a formación en valores. Y cuando ésta no existe o se niega a asumir la responsabilidad que le cabe, brindarle al menor un espacio adecuado por fuera del entorno negativo de sus padres, en instituciones que verdaderamente cuenten con los elementos necesarios para una buena recuperación y formación del menor.Pero también como sociedad, todos tenemos la responsabilidad de propiciar un entorno social en el que se pueda vivir de manera pacífica. El sector educativo, junto con la familia, tiene un papel fundamental en el desarrollo de hábitos, actitudes y valores de niños y jóvenes.
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