Paysandú, Lunes 30 de Noviembre de 2009
Opinion | 23 Nov Como un hito para la cultura de los “uruguayos” y un aporte de “oportunidades” calificó el presidente Tabaré Vázquez la incorporación del complejo de salas del Sodre, en la reciente reinauguración del auditorio que fuera destruido por un incendio en 1971, y que fue reconstruido a toda orquesta, valga el juego de palabras, al cabo de casi cuatro décadas a un costo de decenas de millones de dólares.
Claro, ocurre que el presidente gobierna desde Montevideo, es decir donde está el verdadero “Uruguay”, el que hay que mostrar al mundo, y una obra faraónica de estas características cumple con la idea capitalina de tener todo concentrado en Montevideo para el Uruguay que quieren mostrar, si es posible solo hasta el Santa Lucía, que es hasta donde vale la pena, en su particular concepto.
Este gobierno, el de los “cambios”, ha mantenido la visión centralista de los anteriores y muestra orgulloso que por fin se terminó esta obra pendiente, como también el Palacio de Justicia, otro delirio de los gobiernos nacionales que solo gobiernan desde y para Montevideo.
El Sodre, empero, que cumple ochenta años, es –o debería ser— un organismo nacional, financiado por los impuestos que pagan los uruguayos de todo el país, pero solo sirve para Montevideo y desde hace muchos años desde EL TELEGRAFO hemos abogado para que Sobresea municipalizado como corresponde, porque solo funciona de acuerdo a los requerimientos y necesidades de Montevideo. Pero los montevideanos están en otra cosa y hacen una y otra vez oídos sordos a lo que siente el Interior profundo, como también lo hacen los diputados de todos los partidos que no han transmitido fielmente el sentir de los ciudadanos “de segunda”, discriminados también en el aspecto cultural, como lo son en cuanto a la salud, al acceso a la educación, a la vivienda, a los servicios, así como a las oportunidades de trabajo.
Hemos señalado asimismo que con los más de cuarenta o cincuenta millones de dólares que costó hacer a todo lujo el complejo del Sodre, que agrega una sala de dos mil butacas a la ya inaugurada no hace mucho del Solís, de 1.500 –aunque éste sí es municipal, por lo menos-- se podrían haber construido o remodelado salas en todo los departamentos, como contribución real a la cultura nacional y a los habitantes de las olvidadas localidades de tierra adentro que nunca van a ver ni siquiera en un estuche un violín de la Sinfónica del Sodre, y muchos menos desplazarse cientos de kilómetros hasta Montevideo para tener acceso a este “foco cultural”.
Sin ir más lejos, pensemos cómo podría beneficiarse nuestro “Florencio Sánchez” con tan solo un millón de dólares, pero aún cuando se trata de un edificio “patrimonio histórico” que precisa urgente mantenimiento, el actual gobierno expresó que “para eso no hay recursos”.
Hasta ahora, lamentablemente, muy pocas voces se habían unido a EL TELEGRAFO para poner las cosas en su lugar, y plantear que para el “Uruguay” esta inauguración difundida con bombos y platillos, aporta poco y nada al país en su conjunto.
Pero tal vez más de una golondrina hagan verano, y así corresponde traer a colación, por ser de amplia coincidencia y compartir sus conceptos, las reflexiones formuladas desde Durazno por el licenciado Oscar Padrón Favre, quien sostiene en un artículo que “una vez más el interior del país ve con una mezcla de azoramiento e impotencia, de perplejidad e indignación, como se inaugura otra obra gigantesca y suntuosa en Montevideo –en realidad en el mismo barrio donde se han inaugurado otras obras públicas de similares proporciones-- realizada con fondos de todos los uruguayos pero que, en los hechos, solo beneficiará a una escasa porción de los mismos y radicados en la Capital”.
“Durante más de 20 años se han destinado decenas y decenas de millones de dólares –sería conveniente que se conocieran las cifras exactas-- a levantar en una manzana de Montevideo una obra totalmente desproporcionada, tanto en relación a los requerimientos culturales que necesita nuestra sociedad como, sobre todo, a las posibilidades reales de un país económicamente fundido y lacerado por la pobreza y la miseria, la emigración y la falta de horizontes para nuestra juventud, entre otros problemas. Y pese a todo el gasto brutal que ha insumido, esta nueva pirámide de Keops montevideana aún no está culminada y, además, de ahora en adelante seguirá consumiendo un presupuesto enorme dado los costos de mantenimiento que posee”, agregó.
“Gobernantes o autoridades de los servicios culturales estatales ¿no debieron recorrer todo el país para ver con qué infraestructura contaban los 18 departamentos restantes? ¿No es también una vergüenza nacional que haya capitales que desde hace más de un cuarto de siglo no cuentan con una sala de espectáculos digna?; ¿no es también vergüenza nacional que decenas y decenas de pequeñas poblaciones del interior carezcan de la más mínima infraestructura para realizar actividades artísticas con ciertos requerimientos?; ¿no es vergüenza nacional que miles y miles de niños y jóvenes uruguayos, habitantes de esas poblaciones menores, carezcan de toda posibilidad de acceder a una educación artística, especialmente musical, adecuada?”, pregunta, como lo hemos hecho también nosotros desde siempre con el silencio o evasivas como respuesta, que no puede conformar a ningún ciudadano del Interior que tenga más de dos dedos de frente.
“Nada de eso existe hoy y nada existirá de nuevo y auténticamente transformador después que esa obra, fruto de la tradicional megalomanía de parte de nuestras dirigencias, se vuelva a inaugurar”, agrega el licenciado Oscar Padrón Favre, cuyas reflexiones seguramente son las de la enorme mayoría de quienes vivimos al Sur del Santa Lucía, aunque los destinatarios sigan en la suya y haciéndose los distraídos.
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