Opinion | 29 Nov En las situaciones críticas es cuando suele medirse el valor de la gente, su calidad humana y sus mayores flaquezas. Con las comunidades pasa lo mismo. La respuesta ante la desgracia propia y ajena habla siempre de los valores que mueven a una sociedad.
La situación de emergencia que vive Paysandú por la creciente del río Uruguay ha dejado al descubierto una vez más el espíritu solidario de los sanduceros. Actualmente la cantidad de evacuados asciende a más de dos mil y su situación es muy diversa.
Hay quienes se han trasladado a casa de familiares o amigos, otros están en los albergues habilitados por el Comité de Emergencia y otros permanecen en carpas o bajo toldos cerca de sus viviendas. Incluso hay quienes duermen entre el agua porque no quieren alejarse por temor a los hurtos.
Dicen que los “amigos de lo ajeno” están de zafra y los damnificados por el río no se van y argumentan que si lo hicieran al volver no encontrarían nada. En contrapartida, muchísimos sanduceros están donando ropa, calzado, alimentos y otros artículos de primera necesidad para los evacuados. Convocados por instituciones, clubes políticos, organizaciones no gubernamentales que suelen prestar asistencia en emergencias de este tipo y también en forma espontánea muchísimos sanduceros han dicho “presente” una vez más con aportes anónimos y solidarios para los más necesitados.
Los jóvenes también están aportando manos y hombros. Muchos están colaborando para reunir y repartir ropa y alimentos, otros se presentan por su cuenta en la Dirección de Servicios de la Intendencia para salir en los camiones municipales a colaborar con los funcionarios en las evacuaciones y traslados de personas y pertenencias.
Una vez más la emergencia saca lo mejor y lo peor de nosotros mismos. A unos hay que felicitarlos por su solidaridad y colaboración con el prójimo. Respecto a los otros, huelgan palabras.