Paysandú, Martes 01 de Diciembre de 2009
Opinion | 25 Nov Los bien fundados cuestionamientos al funcionamiento del Mercosur por los propios países miembro ha sido una constante, sobre todo desde los socios menores Uruguay y Paraguay, que son recurrentemente sometidos a trato discriminatorio por Argentina y Brasil, que deciden bilateralmente sobre cuestiones que deberían ser analizadas dentro del propio bloque como tal. Pero el punto es que pasan los años y lejos de extraer experiencia de los errores, se recae una y otra vez en las mismas prácticas, por lo que evidentemente el problema pasa por la actitud y la puja de intereses y no por el aprendizaje sobre reglas de juego que ya deberían haber hecho huella.
Estamos por supuesto muy lejos del funcionamiento de la Unión Europea, que es mucho más complejo, naturalmente, pero donde priva la compatibilización de intereses y sobre todo la negociación en bloque, sin perder por ello identidad y por el contrario, haciendo valer la fuerza de la unión económica en la negociación comercial internacional.
En su condición de país “emergente” Brasil aparece como locomotora del Mercosur, pero solo en los papeles, desde que la visión brasileña hasta ahora tiene lo regional en un segundo plano y apunta a negociar como potencia ante las naciones desarrolladas, teniendo en cuenta el tamaño de su economía y el hecho además de que lleva la voz cantante y que nada se hace en el Mercosur si Itamaraty está en contra.
Una prueba palpable la tuvimos los uruguayos cuando Uruguay pretendía favorecerse en negociación bilateral con Estados Unidos, a través de un acuerdo de libre comercio, y el entonces canciller Reinaldo Gargano, opuesto desde siempre a esta idea, trajo a su colega brasileño a nuestro país para “advertirnos” por qué no podíamos o no debíamos integrar ese tratado por considerarlo contrario a lo pactado en el Mercosur.
Por supuesto, mientras Brasil se oponía, a la vez trabajaba por su cuenta en lograr ventajas bilaterales con otras naciones, mientras frustró una y otra vez la negociación del Mercosur como bloque en función de sus propios intereses.
Pero tampoco el Mercosur conforma a los socios grandes, desde que simplemente existe una concepción que pierde de vista el actuar como una región económica para dar lugar a la defensa de “chacritas” de grupos de interés dentro de cada país, lo que ha derivado en incorporar protecciones adicionales y barreras, a veces disfrazadas y otras no, para apoyar emprendimientos y fuentes de empleo dentro de cada país, perdiendo de vista la complementación que otorgue la posibilidad de acceder a otros mercados actuando en bloque.
Pablo Giambagi, licenciado y magister en Economía de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, jefe del Departamento de Riesgo de Mercado del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), al evaluar el acuerdo regional para el suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, reflexiona a propósito del tema de la unilateralidad con la que se mueve Brasil en el bloque que “la pregunta tiene que ver con la esencia del Mercosur. Durante años fui entusiasta partidario del bloque subregional y escribí mucho en favor del mismo. Sin embargo la realidad es un elemento que no conviene nunca dejar de tener en cuenta, más allá de nuestros propios deseos”. Complementó que “ninguno de los socios está dispuesto a renunciar a nada en materia de soberanía. Cabe preguntarse por qué la Unión europea funciona como bloque. La respuesta es porque los países saben que las decisiones deben ser tomadas en función de los intereses colectivos. Al igual que en un matrimonio, cada uno de los cónyuges tiene que actuar en consonancia con el otro”.
Se manifestó asimismo convencido de que “carecemos de esa cultura en nuestra región” y explicó que “nadie puede imaginar al gobierno argentino, que hizo un desaguisado con la inflación, sometiéndose a un control supranacional de los índices de precios que establece el Indec”, como así tampoco pensar que “Brasil deje de llevar a cabo un proyecto por la presión que ejerza Uruguay. Y ni hablamos del nuevo candidato a ingresar en carácter de miembro pleno al club (Venezuela) que no es precisamente un vecino tranquilo”.
Lo que plantea el economista es de recibo, pero también archiconocido, y no es ser pesimista, sino asumir la realidad, que lejos de tender a corregir los errores y revisar conductas, el bloque sigue encerrándose en sus propios problemas, con muy escasa posibilidad de romper los esquemas que lo han paralizado y sembrado el descreimiento dentro y fuera de la región respecto a su futuro.
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