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Paysandú, Jueves 03 de Diciembre de 2009

Los circuitos rurales vivieron la jornada electoral con tranquilidad

Locales | 30 Nov Con total normalidad, con una afluencia de votantes casi permanente y con los ojos puestos en un cielo siempre amenazante. Así se vivió la jornada electoral en algunos de los 58 circuitos rurales habilitados en nuestro departamento. Durante una recorrida por las localidades de Esperanza, Porvenir y Constancia, EL TELEGRAFO recogió impresiones de los protagonistas y pistas de un modo distinto de vivir el reencuentro con las urnas.
Los sanduceros “cruzábamos los dedos” para que ayer la meteorología fuese aún más inexacta y los pronósticos de lluvia y tormenta no se cumpliesen. Sin embargo, a partir de las 16 el cielo se tornó amenazante y hacía mucho calor. Cuando arribamos a pueblo Porvenir la atmósfera asfixiante de la tarde envolvía a los pocos transeúntes que se agrupaban en las cercanías de los centros de votación. En el edificio de la Junta Local se habían instalado dos mesas receptoras: 186 y 187. Varios delegados, buscando algo de aire fresco, permanecían en la puerta del recinto donde funcional la Biblioteca Pública. Allí, los responsables de la mesa de votación (un funcionario municipal, una profesora y un funcionario del Centro Universitario) aguardaban la reanudación de un flujo de votantes en ese momento interrumpido. De los 262 habilitados, habían sufragado 198, en su mayoría jóvenes. En el local de la esquina lo habían hecho 192. Una de las responsables de la mesa comentó que en octubre los jóvenes, deseosos de votar por primera vez, acudieron en grupo, pero en esta oportunidad la afluencia fue algo lenta. En ese momento, una jovencita que hacía su debut electoral completó el trámite con nerviosismo y rápidamente volvió a la calle, donde la atmósfera se había tornado apenas respirable.
Mientras el horizonte sur se oscurecía con rapidez, llegamos hasta uno de los cuatro circuitos instalados en la escuela ubicada a pocas cuadras de allí. En la mesa Nº182, una docente aseguró que el ritmo de votación fue algo lento, pero continuo. Se trataba de un circuito conformado por personas en su mayoría mayores de 60 años. Eran casi las 16.30 cuando un señor con bastón avanzó lentamente hacia la mesa. Particularmente simpático, preguntó por “la más linda”, pero luego -haciendo gala de su astucia- evitó emitir juicio y alegó problemas de visión. “Luego vengo a ver bien”, dijo mientras obtenía su sobre de votación. Luego de sufragar y antes de retirarse, dejó una promesa: “Un día de estos voy a venir y voy a elegir”. Las damas, sin perder la sonrisa, le tomaron la palabra.
A modo de anécdota, uno de los votantes -también veterano- ingresó al cuarto secreto y allí, frente a las papeletas de votación, le dedicó un largo rezongo a uno de los candidatos.
La tormenta estaba cerca. Tanto era así que una señora que aguardaba junto a la puerta confundió el flash de nuestro fotógrafo con la luz de un rayo. Fue falsa alarma, pero había que apurarse para llegar a nuestro próximo destino.
Tranquilidad y
compromiso cívico
Con la tormenta siguiéndonos de cerca, llegamos a pueblo Esperanza. Eran casi las 17 cuando ingresamos al salón comunal donde actualmente funciona la escuela. Al igual que en octubre, tres jóvenes y simpáticas maestras estaban a cargo del circuito Nº175. El movimiento de votantes también había sido lento, pero en ese momento, ante la inminente llegada de la lluvia, varias personas hacían cola. En el recinto, un pequeño ventilador luchaba en desventaja con un calor en ese momento agobiante. De un total de 294 habilitados, habían sufragado 272, incluidos unos 40 observados. Afuera, rodeada por un paisaje predominantemente campestre, una señora aguardaba pacientemente sentada en un banco, mientras un joven sometía su moto a una breve sesión de mecánica ligera. No quedaba tiempo. El estruendo de los relámpagos anunciaban la inminente llegada de la lluvia. Rápidamente regresamos a Ruta 3 y desde allí nos dirigimos hacia el norte, hasta Constancia. En la entrada de la Escuela Nº35 los delegados observaban atentamente la oscuridad del horizonte. Dos maestras y una funcionaria municipal estaban a cargo del circuito Nº 245, donde por esas horas habían votado 205 personas. En ese momento, en medio del estruendo de los relámpagos, la llegada de votantes se había incrementado repentinamente. Un señor muy simpático recibió algunas instrucciones y antes de introducir el voto en la urna recordó la importancia de cada sufragio: “éste pesa”, advirtió, para luego retirarse saludando amablemente. “En este circuito es toda gente mayor”, comentó una de las integrantes de la mesa, quien además destacó la tranquilidad y el “buen humor de los votantes”. Asimismo, resaltó la solidaridad de los vecinos, ya que les habían invitado con asado y postre.
Ya estábamos por retirarnos cuando ingresó una señora y a modo de disculpas confesó que “estaba haciendo torta fritas”. Eran casi las 18 y habían comenzado a caer las primeras gotas de lo que luego se convertiría en un verdadero diluvio. Con tranquilidad, profundo compromiso cívico y sin perder de vista el cielo. Así se vivió la jornada electoral en el interior “no tan profundo” de nuestro departamento.


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