Paysandú, Sábado 05 de Diciembre de 2009
Opinion | 01 Dic No hay que ir muy lejos para ver todos los días permanentes infracciones a las reglas de tránsito. Alcanza con llevar a los hijos a la escuela y ver cómo muchos de los automovilistas y motociclistas no respetan la cebra por la cual se ha enseñado a los niños a cruzar la calle, o cómo los padres estacionan en doble fila para que desciendan sus hijos de los vehículos.
Los peatones también cometen todo tipo de violaciones a las normas más elementales del tránsito y la más común es cruzar la calle en cualquier lugar de la cuadra. También sabemos que las bicicletas escasamente respetan el semáforo, que muchas motos llevan más personas que las que están habilitadas a transportar y que muchos padres no tienen la precaución de colocarle casco a sus propios hijos. La lista puede llegar a ser muy larga y desalentadora.
En materia de infracciones de tránsito y seguridad vial, las campañas informativas y de sensibilización a la población parecen no tener éxito. Y lo más triste, muchísimos padres no son capaces --ni siquiera delante de sus hijos-- de predicar con el ejemplo.
Esto debería ser considerado un elemento a favor para implantar la educación vial en las escuelas y liceos. Sin embargo, encarar la formación vial en forma curricular y no solo como un tema de reflexión alguna vez al año, no es sencillo.
Un programa completo de seguridad vial requiere un tratamiento que abarca, entre otros, aspectos sociales, legales, económicos y técnicos, y en general afecta, por su propia trascendencia, a toda la comunidad.
Se requieren planes serios y elaborados, conjunción de esfuerzos e involucramiento de distintos sectores, entre ellos el de la educación. Además, se debe crear en la comunidad y en sus instructores una conciencia clara y segura, que les permita identificar las situaciones de riesgo, evaluar con exactitud el peligro que se les presenta y responder del modo más eficiente a cada situación.
Sin embargo, no es menos cierto que si cada uno de nosotros no asume su parte de responsabilidad intransferible en el tránsito, ningún programa de educación vial por perfecto que sea podrá cambiar una situación que todos reclamamos mejore, pero parecería que no estamos dispuestos a hacer mucho para lograrlo.
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