Paysandú, Martes 08 de Diciembre de 2009
Opinion | 06 Dic La venta de bebidas alcohólicas está expresamente prohibida a los menores de edad y, sin embargo, es fácil ver que la norma se incumple totalmente en distintos comercios y lugares de esparcimiento de la ciudad.
Sabido es que los jóvenes utilizan el alcohol más que cualquiera otra droga, incluso el tabaco. En Paysandú no es difícil encontrar adolescentes con una botella de cerveza o tomando vino en la calle. Es más, hay zonas como la Plaza Artigas a la que van especialmente a consumir alcohol. Cada cierto tiempo el INAU sale a fiscalizar la venta de bebidas alcohólicas en expendios no autorizados o fuera del horario permitido, multa a dos o tres comercios de plaza, pega carteles con la reglamentación en estaciones de nafta, kioscos y boliches y lanza una campaña “definitiva” como si nunca lo hubiera hecho anteriormente. Desde siempre estos son solo vuelos de golondrina que todos saben, al poco tiempo quedan en el olvido.
Pero aunque históricamente han carecido de rigurosa aplicación, las normas de protección a los menores que claramente prohíben la venta a esta franja etárea tienen su razón de existir, como lo prueban los innumerables accidentes de tránsito que tienen como denominador común el alcohol.
Todos sabemos que el consumo en exceso puede hacer que las personas actúen en forma imprudente, reduce la capacidad de razonar a medida que aumenta la intoxicación y limita las habilidades para conducir.
Además, aumenta las probabilidades de ver afectados en los estudios o trabajo, sufrir lesiones, tener sexo no planificado o sin protección, conducir en estado de ebriedad o enfrentarse a la policía.
Todo esto, entre otras cosas, fundamenta la existencia de estas normas. Si transgredirlas podría llegar a considerarse en algunos casos una conducta propia de la edad en los adolescentes, que las viole un comerciante para facturar unos pesos más no sólo es una infracción sino una hipocresía total en una sociedad en la que todos reclamamos más seguridad.
Pero por las razones que sea, la inacción de los organismos de control es el aspecto más preocupante, puesto que una norma sin fiscalización es sólo letra muerta. Y eso puede constatarse en cualquier momento tanto para la prohibición de venta de alcohol a menores como durante la reciente veda electoral, cuando a la vista de todos quienes quisieran verlo miles jóvenes se abastecieron de bebidas en innumerables expendios del centro y los alrededores.
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