Paysandú, Miércoles 09 de Diciembre de 2009
Locales | 06 Dic (Por Horacio R. Brum- corresponsal). Hay cuatro caños inútiles en la larga frontera chileno-argentina: son los gasoductos construidos en la década de 1990, que permitieron que las cuencas gasíferas de Argentina hicieran un aporte importante al desarrollo de Chile, al proporcionar el combustible a numerosas industrias y centrales termoeléctricas. Cuando los gobiernos de Patricio Aylwin y Carlos Menem realizaban las
negociaciones bilaterales para establecer las conexiones, el ministro de Relaciones Exteriores de la Casa Rosada, que más tarde pasó a la historia de la infamia como ministro de Economía, pronunció una frase profética: “Debemos vender reservas que no tenemos, a un precio que no estamos en condiciones de concretar”, dijo Domingo Cavallo, buen conocedor del comportamiento impredecible de su país en los negocios internacionales.
Pocos años más tarde, cuando Chile era casi completamente dependiente del gas natural argentino, Néstor Kirchner y su sucesora se encargaron de confirmar la profecía; mintieron varias veces sobre las garantías de que el suministro no se iba a interrumpir, alteraron los precios pactados mediante juegos de palabras y cálculos amañados y poco a poco fueron dejando sin gas a los chilenos, para seguir manteniendo a sus gobernados en una burbuja de irrealidad respecto de los precios de la energía en el mundo real. Argentina tiene actualmente algunas de las tarifas de servicios públicos, entre ellos el gas, más bajas de América Latina, gracias a subsidios insostenibles en el
largo plazo y una presión permanente sobre las empresas privadas.
Para defender lo poco que va quedando de su negocio, éstas mantienen en un mínimo las inversiones, lo cual en el caso del gas natural se ha reflejado en la falta de exploración para hallar nuevas reservas, de acuerdo al crecimiento de la demanda.
Dadas esas condiciones, y sin dejarse convencer por las sonrisas y los abrazos del matrimonio Kirchner, los dos últimos gobiernos chilenos trabajaron activamente para romper la dependencia del gas argentino (ver El Telégrafo, 25/05/06). Cinco años después de la decisión tomada por el presidente Ricardo Lagos, Chile tiene una planta receptora de gas natural licuado (GNL), que recibe el combustible por barco, procedente de países capaces de garantizar el suministro, como Trinidad y Tobago, Egipto o Argelia. Desde octubre, las instalaciones pueden entregar 10 a 15 millones de metros cúbicos de gas por día, un volumen suficiente para abastecer cómodamente el mercado interno, en el cual tanto las industrias como las empresas generadoras de electricidad se habían visto obligadas a emplear el caro y contaminante combustible diesel, cuando los envíos argentinos se redujeron casi a cero.
Para el invierno del año próximo, la planta de GNL del puerto norteño de Quintero estará en condiciones de producir un excedente para exportación y se podría dar la paradoja de que los gasoductos transfronterizos sirvan para enviar gas a Argentina. Hace unas semanas, el gobierno chileno emitió un decreto bajo cuyos términos quedará libre de impuestos el combustible que entre por Quintero, con destino a terceros países. Según lo confirmó a EL TelEgrafo una fuente del ministerio de Energía, y de acuerdo a lo declarado a los medios por el ministro del ramo, Sergio Tokman, el paso por Chile de ese gas no tendrá categoría de importación ni de exportación; por lo tanto, no estará sujeto a aranceles ni IVA.
Es en ese marco que se encuadra el interés uruguayo por comprar el combustible, aunque tanto en el ministerio de Energía chileno como en la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP), hubo cautela ante las consultas de este corresponsal sobre el plazo para concretar el negocio. Desde la gerencia general de ENAP se habló de 2011 como el año más probable para que el país esté en condiciones de iniciar la exportación gasífera: “Cuando tengamos más para ofrecer”, fueron las palabras oficiales. Por otra parte, para que el gas pueda llegar a Uruguay queda por superar lo que un analista de temas de energía definió, en confianza, como “el lío argentino”. Actualmente, la única conexión que puede hacer pasar el gas desde la costa del Pacífico hasta la orilla oriental del río Uruguay está en territorio argentino y de la Casa Rosada debería salir un decreto similar al de La Moneda, un trámite que a este lado de la Cordillera no se ve como de rápida resolución. Según el ministro Tokman, se ha hablado al respecto con el ministro de Planificación argentino Julio de Vido, quien dijo a los chilenos que su gobierno está avanzando en el estudio del tema.
El problema es que de Vido es el mismo que garantizó a Chile que no cesaría el suministro de gas ni se modificarían los precios, sin que se le moviera un pelo de su frondoso bigote por las mentiras o verdades a medias que estaba diciendo.
Por ello, en el ambiente de la industria del gas chileno se cree que todavía está lejana la posibilidad de exportar GNL a Argentina o a través de ella. El ministro Sergio Tokman también se ha encargado de poner en un marco de relatividad las exportaciones del combustible, sea al país que sea.
“Quiero ser muy claro”, declaró a los periodistas, “No hemos hablado de ninguna iniciativa en particular. Lo que queremos hacer es integrarnos de la mejor forma posible con toda la región en el ámbito energético”.
Como van las cosas en Argentina, no son pocos en Santiago los que esperan que esos deseos comiencen a concretarse solamente después de 2011, cuando el matrimonio K -probablemente- esté fuera de la Casa Rosada.
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