Paysandú, Viernes 11 de Diciembre de 2009
Locales | 04 Dic Un millar de personas de los barrios anegados por la creciente, especialmente en la zona de asentamientos marginales del Suroeste de la ciudad, se encuentra viviendo en carpas y tolderías, cerca de sus casas.
La cifra estimada por la Intendencia no estaría desajustada con la realidad constatada por una recorrida realizada por un equipo de EL TELEGRAFO por los barrios La Chapita y Tatuces, así como por las inmediaciones de avenida San Martín y Entre Ríos.
En este último lugar, el sábado había dos carpas y este jueves eran diez. Ahora tienen un baño químico y muchos más niños a la vuelta. Se trata de gente que se ha trasladado unas cuadras de donde tenía su casa pero se resisten a ir a alguno de los albergues proporcionados por el Comité de Emergencia.
Walter y Zully tienen seis niños. Viven en el barrio Tatuces. Llevaron sus muebles a la Exposición Feria y estuvieron alojados unos días en el refugio La Heroica. Sin embargo, el albergue era sólo para la noche y decidieron irse a casa de un familiar. Allí eran muchos y finalmente decidieron acampar en el cantero central de avenida San Martín y Entre Ríos, desde donde él sale a trabajar cada mañana hasta las cuatro de la tarde.
Los niños no están yendo a la escuela. Dicen estar bien guarecidos con tres capas de encerados de nylon sobre un armazón de madera y si bien no se preocupan por la lluvia, temen el viento. En la carpa de al lado, están las familias de Miguel y Wilson, quienes han denunciado su situación ante la Seccional Segunda y afirman que hasta el momento no han recibido ningún tipo de ayuda a excepción del baño químico.
Un señor mayor que está junto a ellos -y cuya vivienda tiene un metro y medio de agua-- hace guardia en la noche para cuidar su caballo, atado en las inmediaciones, ya que, según afirma, otros han sido desatados por desconocidos y no han vuelto o han sido recogidos deambulando y ahora deben pagar multa para retirarlos.
Más hacia el Sur, en el corazón del barrio Tatuces, María Gutiérrez tiene tres familias alojadas en su modesta casa, que en la tarde de la víspera estaba literalmente rodeada por el agua. Es la primera vez que debe evacuarse, luego de construir con mucho esfuerzo esa vivienda irregular hace siete años.
Desde Park Way y Libertad al Oeste hay más de treinta campamentos. Entre ellos están el de Beatriz y Ziliana Rodríguez, dos jefas de hogar que han enviado sus hijos con familiares que viven “más arriba” y acamparon frente a sus casas para “cuidarlas” y evitar que les roben. Beatriz hacía limpiezas en la Iglesia San Ramón y una casa de familia de la zona portuaria que también ha sido evacuada. Hoy está sin trabajo, teme a las víboras, cocina en la calle con una garrafa y el baño químico más cercano está a dos cuadras.
En el mismo barrio otras tres familias comparten alimentos y mesa. Dos parejas de voluntarios del Ejército de Salvación --que dijeron estar apoyando a la Cruz Roja-- recorrían la zona para relevar las necesidades más urgentes que son alimentos, verduras, algo de ropa, repelentes y frazadas. Todos afirman que han recibido muy escasa ayuda. Algunos fueron a la Cruz Roja donde se les entregó ropas y, en las últimas horas, recibieron repelentes. El temor del hurto de pertenencias, puertas, ventanas y hasta las chapas del techo --hay algunas casas a las que les han sido sacadas-- es la explicación reiterada de los acampantes cuando se les pregunta por qué no aceptan trasladarse a los albergues habilitados por el Comité de Emergencia. Piden vigilancia y dicen que en la noche “andan robando en chalanas”.
MENOS ALUMNOS
Muchos niños de esta zona son alumnos de la Escuela 95 “Luisa Luisi” pero desde que comenzó a arreciar la creciente están concurriendo sólo algo más de 200 de los 500 alumnos del centro educativo.
Las maestras han ido al interior del barrio a convencer a los padres acampados para que vuelvan a enviar a los niños a la escuela. Hay otros que se han trasladado pero el centro educativo no tiene información respecto a que estén concurriendo a otra escuela.
“No sé qué hicimos para que nos pase esto”, dijeron algunas mujeres del barrio. Parece ser que un sentimiento de temor y hasta de culpa ha calado en algunos niños y por eso la Dirección de la Escuela convocó a un sicólogo para que en esta jornada trabaje con ellos. “Algunos temen ser separados de sus padres”, dijo una docente.
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