Paysandú, Lunes 14 de Diciembre de 2009
Opinion | 11 Dic El hecho de que se esté desarrollando en nuestro país, con la participación de casi medio millar de técnicos, el Congreso Internacional de Hidatidología, permitirá no solo una puesta al día en cuanto a los avances –demasiado lentos, por cierto, hasta ahora—en el combate de este parásito, sino a la vez situar en la atención internacional una patología que es endémica, y que no hemos podido erradicar lamentablemente por problemas culturales.
En años sucesivos, incluso el corriente, se han llevado adelante campañas de detección precoz del quiste hidático, con participación de la Comisión Nacional de Zoonosis, a través de sus comisiones departamentales, e incluso se ha actuado coordinadamente por la comisión departamental de Paysandú con su similar de Río Negro, en las localidades rurales de la zona limítrofe demarcada por la Ruta 90 y la vía férrea. Ello se enmarca en las acciones preventivas que se desarrollan en nuestro país a efectos de abatir la incidencia de una patología de carácter endémico, cuya manifestación se da en un noventa por ciento en áreas rurales y que es otro estigma que llevamos sobre nuestras espaldas por problemas de carácter cultural e idiosincrasia.
Se actúa en dos aspectos fundamentales, que son por un lado la dosificación canina periódica, para mantener libre al perro del parásito que causa la hidatidosis, por ser agente transmisor, y por otro la detección precoz del quiste, mediante un equipo ecógrafo móvil que posibilita que se pueda determinar con muy buen porcentaje de acierto, si existe algún quiste incipiente o como se ha encontrado en muchas oportunidades, ya crecido, sin que el afectado haya notado algún síntoma de esta patología.
De acuerdo a los datos proporcionados a EL TELEGRAFO por integrantes de la Comisión Departamental de Hidatidosis, hasta ahora la tarea que se desarrolla periódicamente pese a las dificultades económicas, indica una prevalencia del orden del uno por ciento en la población rural, lo que se sitúa en la media para todo el país y por ende da la pauta de que pese a las acciones que se están desarrollando, existe un nivel crónico que resulta muy difícil de abatir y que obedece a la resistencia a la adopción de prácticas sencillas pero fundamentales para evitar la contaminación con el parásito, que refiere a la alimentación de los canes en el medio rural. La detección precoz mediante el ecógrafo es un paso adelante respecto al escenario que se tenía hasta hace unos años, cuando la identificación del quiste hidático generalmente solo podía lograrse cuando por alguna circunstancia ajena a esta afección, el habitante de zonas rurales debía trasladarse a la ciudad y en la revisión médica, se encontraba con que estaba infectado con el parásito, o cuando concurría por determinada sintomatología que a la vez daba por descontado que había un importante grado de avance de la enfermedad.
Por lo tanto, la campaña a través de los ecógrafos permite reducir sensiblemente la morbimortalidad de la enfermedad al poder diagnosticarla en la fase inicial, cuando es operable o puede incluso tratarse por otros medios. Ocurre, sin embargo, que no toda la población rural responde de la misma manera, ya que por lo general solo concurren fundamentalmente mujeres y niños, en tanto es mucho menor la respuesta del hombre de campo, sobre todo de los peones y otros trabajadores de establecimientos rurales, e incluso de las familias más alejadas de las localidades visitadas.
Encima, estos son los grupos más expuestos, al estar en contacto directo con los factores de riesgo, que son los mataderos donde se alimenta a los perros con achuras crudas, sobre todo en las áreas donde la explotación prevalente es la cría de ovejas, como ocurre con el este-noreste de nuestro departamento.
Ante esta realidad, no es descabellado asumir que el porcentaje de afectados sea realmente mayor que el que arrojan las estadísticas en el interior profundo, lo que indica que es preciso insistir con las acciones de este tipo, sobre todo en las áreas críticas.
Por lo tanto, aún cuando se esté trabajando en forma sistemática y positiva, deben buscarse alternativas y reforzarse rubros para mejorar instrumentos y llegar con mayor efectividad a estos grupos de riesgo, a la vez de poner énfasis en que se cumpla con la dosificación y la alimentación responsable de los canes, de forma de minimizar las posibilidades de infectación y dejemos de tener este estigma que pende sobre todo sobre nuestras conciencias.
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