Paysandú, Martes 15 de Diciembre de 2009
Opinion | 09 Dic En una entrevista publicada en nuestras páginas el pasado jueves, el intendente Julio Pintos se apresuró a asegurar que la cantidad de evacuados por la actual creciente supera los registrados en 1959. Esta información tuvo alta repercusión en la capital y repicó en medios de todo el mundo, a través de agencias internacionales.
No conocemos los datos que maneja el intendente, pero según consta en ediciones de EL TELEGRAFO de aquella época, fueron 4.844 los desplazados por las aguas, casi 500 personas más que en la presente inundación. Esto no quiere decir que la emergencia sea menor, aunque sí es cierto que las situaciones no son comparables. En primer lugar, porque en relación a la población total de la ciudad el impacto fue mayor, por cuanto Paysandú creció, y mucho, en los últimos 50 años. Pero difieren además las circunstancias y el contexto en que se produjo la crecida. En abril del ’59, el Uruguay entero estaba bajo emergencia por desbordes de todos los cursos de agua internos, al punto que un terraplen de la represa de Rincón del Bonete tuvo que ser dinamitada para dejar fluir el agua que superaba las capacidades de evacuación del vertedero. Esto dejó sin electricidad a medio país, al tiempo que en Paysandú (y también en Salto) la usina de OSE dejaba de bombear agua potable porque quedó sumergida. Por otra parte, la zona portuaria concentraba la mayor actividad económica de nuestra ciudad, con molinos, comercios, barracas y hasta el mismo puerto que por su importancia, estaba repleto de mercaderías. También influyó negativamente la carencia de elementos con que hoy contamos para adelantarnos a los acontecimientos, con sistemas de emergencias, represamientos en el Uruguay que nos anunciaran los volúmenes de agua esperados, por lo que los sanduceros se vieron sorprendidos con una crecida de más de un metro veinte centímetros en el transcurso de una sola noche. Tampoco las comunicaciones estaban desarrolladas de la misma forma que hoy. Todo esto determinó, más que una emergencia local, una verdadera catástrofe nacional.
Lo que sí es cierto, es que el perfil de los evacuados difiere completamente entre una y otra oportunidad. Hoy se ven más perjudicados precisamente los que menos tienen, que eligieron usurpar espacios inundables para construir sus precarias viviendas. Y aunque en estos 50 años se construyeron barrios enteros para albergar a quienes allí se ubicaron, eventualmente volvieron a formarse asentamientos. Un caso diferente es el del Curupí, por el que se gastó más de un millón de dólares para “regularizar” viviendas asentadas en un terreno inapropiado.
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