Paysandú, Lunes 28 de Diciembre de 2009
Opinion | 23 Dic En la época de la Unión Soviética la necesidad de mantener a Cuba como modelo a seguir por los países que estaban señalados como proclives a inclinarse por gobiernos de izquierda o en los que era posible desarrollar la estrategia de focos revolucionarios armados para acceder al poder, fue determinante para que el ex régimen comunista de Moscú volcara miles de millones de dólares al año para subsidiar la economía cubana, suministrarle petróleo a precio de regalo, pagarle el azúcar varias veces por encima del precio internacional y encima lo apoyara con armas y tecnología.
Este aparente éxito del régimen comunista de Fidel Castro pudo servir como propaganda internacional para quienes quisieron creer o fueron inducidos a hacerlo por la enorme “manija” en ámbitos de organizaciones sociales y áreas de enseñanza como la Universidad, incluso en Uruguay, donde durante décadas la enseñanza terciaria ha sido un foco de difusión de las ideas de izquierda, pese a la teórica laicidad vigente en nuestra educación.
Pero la caída de la ex URSS hace veinte años dejó al régimen cubano sin ninguna sustentación, y por lo tanto el “milagro” que se atribuía al socialismo real quedó al desnudo como una de las grandes mentiras de los últimos tiempos, tan grande como el desarrollo y el estado de bienestar que supuestamente proveía el comunismo a los pueblos a los que en realidad sojuzgaba, como quedó al descubierto tan pronto fueron cayendo en cascada estos regímenes en el Este de Europa.
La crisis desatada a partir de entonces en la isla, pese a las medidas de austeridad adoptadas por Fidel Castro, no ha podido ser revertida, y por supuesto, la dictadura entronizada desde hace más de medio siglo en La Habana atribuye las causas de la venida a pique a Estados Unidos y a todas las causas externas posibles, menos a la inviabilidad de su sistema, que ha sido sostenido solo por imperio de la fuerza y la represión a los adversarios políticos.
Últimamente las cosas se han precipitado y en los últimos días el presidente Raúl Castro encabezó una importante reunión del Parlamento para discutir el plan económico de 2010, un año que -se admite ya abiertamente- estará marcado por las tensiones económicas extremas y el recorte de los gastos sociales.
La falta de productividad y la ineficiencia de la economía, unidas a una gravísima crisis de liquidez por la escasez de divisas, pusieron contra la pared al gobierno de Raúl Castro, que está preparando un severo plan de ajuste para evitar una quiebra financiera.
El digitado sucesor de su hermano aseguró que en medio de la crisis es más necesario que nunca regresar a los planes quinquenales y al método de la “planificación”, que ahora se convierte “en una necesidad vital para excluir los riesgos de la improvisación”, lo que indica que en cincuenta años se ha aprendido poco y nada, y que lejos de abrir su economía y hacer funcionar reglas que no se pueden evitar, porque es como negar las leyes de la física, augura más dosis de economía planificada, que es simplemente como echar nafta al fuego.
En las actuales condiciones, afirmó, se “privilegiarán” aquellas actividades que generan ingresos y sustituyen importaciones, así como la producción de alimentos, y de paso acusó al gobierno de Barack Obama de tener un doble juego hacia Cuba.
Según el mandatario cubano, “en las últimas semanas” se han “multiplicado los esfuerzos” de la nueva administración “con ese propósito”. Castro dijo que “crece el aliento a la subversión abierta y encubierta contra Cuba”, y mencionó la reciente detención en la isla de un estadounidense que repartía computadoras y teléfonos móviles a agrupaciones de la sociedad civil para “romper el orden”, es decir que el pueblo cubano pueda tener algún acceso a información que no provenga del Estado de su país.
Antes de que hablara Castro, el ministro de Economía, Marino Murillo, documentó la gravedad de la crisis económica al presentar el informe sobre el plan de la economía nacional y los presupuestos para el próximo año.
El crecimiento del PIB en 2009, previsto al inicio del año en un 6%, finalmente fue del 1,4%. El funcionario admitió que uno de los problemas más asfixiantes para la economía es la “marcada desaceleración de los flujos de divisas”, que ha llevado al país a incumplir compromisos financieros y a encontrar muchas “dificultades para acceder a fuentes de financiamiento”.
Murillo no mencionó directamente la situación de medio centenar de empresarios extranjeros a quienes los bancos cubanos retienen sus depósitos, que algunos cálculos extraoficiales cifran en más de US$ 600 millones.
El ministro señaló que en relación con 2008, las inversiones disminuyeron 16% este año, mientras que las exportaciones decrecieron un 22% y las importaciones un 37,4%, la industria decreció un 2% y la productividad del trabajo, ya de por sí escasa, cayó un 1,1%.
Y ante este escenario, las medidas del gobierno para hacer frente a la situación se basan en un severo plan de ajuste, que incluye un control exhaustivo de los gastos, incluyendo una reducción de los gastos sociales, es decir asestar al sufrido pueblo cubano un nuevo golpe con más pobreza a compartir y muy pocas esperanzas de que las cosas cambien, por lo menos para bien, en un futuro más o menos inmediato.
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