Paysandú, Sábado 02 de Enero de 2010
Opinion | 29 Dic El próximo cierre de la Hilandería Sudamericana (Hisud), una fuente de producción y empleo que la ubica como la segunda hilandería en importancia en el sector, revela la magnitud de la crisis que enfrenta al sector, seguramente el más perjudicado por la adversa coyuntura internacional, que ha generado el cierre de mercados.
En este caso, de acuerdo a lo señalado por empresarios textiles a EL TELEGRAFO, hace dos meses la empresa aludida había comunicado que de no registrarse cambios sustanciales en el escenario interno y externo, el emprendimiento debería cerrar sus puertas, lo que se va a cumplir en el plazo mencionado, debido a que ninguna de estas condicionantes se ha dado.
Esta desenlace no significa ninguna sorpresa, aunque no por ello deja de ser una muy mala noticia, porque indica que lejos de revertirse la tendencia en esta área de actividad, sigue deteriorándose y hasta ahora no han dado resultado las muy tímidas medidas paliativas adoptadas por el Poder Ejecutivo, que sobre todo han apuntado a sostener a las empresas afectadas en “stand by” a la espera de que la situación mejore, pero sin ensayar respuestas más o menos de fondo.
De acuerdo a lo señalado por los empresarios, el sector “sigue cayendo”, al punto que últimamente “solo estaban quedando hilanderías pero no textiles”, en el marco de un escenario que se ha ido deteriorando fundamentalmente a partir de la caída del Acuerdo Multifibras, que involucró el retroceso en los sectores textil vestimenta e hilandería.
Por supuesto, como en toda industria, estamos refiriéndonos a un área de actividad en la que no se exporta materia prima ni productos con un mínimo de procesamiento, como es el caso de la gran mayoría de nuestra producción agropecuaria, sino que se trata de dar valor agregado a la producción primaria, lo que significaba cientos y miles de puestos de trabajo cuando esta industria estaba en su mejor momento, la incorporación de tecnología para estar a tono con los requerimientos de los mercados internacionales y el ingreso de divisas que luego se redistribuyen en el medio, tanto por el lado de los salarios como por el uso de infraestructura y funcionamiento de las empresas. No se necesita hilar muy fino –valga el juego de palabras— para asumir la incidencia que tiene en Paysandú el funcionamiento de Paylana S. A., de la que dependen directamente unas 600 familias, así como muchas otras que trabajan en pequeñas empresas de apoyo, además de otras áreas relacionadas con el funcionamiento de una fábrica de esta magnitud y que vuelcan en plaza cientos de miles de dólares mensualmente.
Claro que como en todo emprendimiento de riesgo, existen períodos de alta y de baja en la concreción de negocios de exportación, pero en este caso específico se manifiestan factores agravantes, porque por encima de la coyuntura que se ha dado desde fines del año pasado, no es menos cierto que hay elementos estructurales internos y condiciones externas que coadyuvan a que continúe este deterioro.
Por un lado, el acceso a los mercados clave, como es el caso del de Estados Unidos, está restringido por no tener vigente un tratado de libre comercio con ese país, que en cambio sí tienen otras naciones, y por otro está la competencia de la enorme producción china, que ha mejorado además su relación calidad-precio e invade los mercados internacionales.
Este solo factor, empero, no sería el más grave si las textiles uruguayas tuvieran costos de producción a tono con los desafíos que presentan los mercados, pero por el contrario, con el paso de los meses y sobre todo este año, han crecido significativamente en dólares, sobre todo en lo que refiere al componente salarial, y por lo tanto este valor debe ser trasladado al precio final, que también se mide en dólares.
A la vez, también afronta el sector aumentos en el costo de la energía, sobre todo la electricidad, a lo que se agregan impuestos y cargas sociales que inevitablemente hacen trepar el valor final de la mercadería que se exporta y por ende se pierde competitividad ante producciones como las asiáticas, que trabajan con otros costos y estímulos directos o encubiertos por la vía de los subsidios.
Lamentablemente, el Poder Ejecutivo ha respondido tarde y mal a esta situación, porque la sangre ya ha llegado al río, y una vez que se pierden los mercados, que las industrias se desmantelan y se pierden tecnología y puestos de trabajo, la recomposición se hace mucho más difícil y a veces, hasta imposible.
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