Paysandú, Domingo 03 de Enero de 2010

Aporte privado imprescindible

Opinion | 31 Dic Tras un período de transición entre gobiernos de un mismo partido, pese a diferencias conceptuales que en algunas áreas puedan tener Tabaré Vázquez y José Mujica, conductores del Poder Ejecutivo en las respectivas administraciones, surge para el nuevo presidente el desafío de “aterrizar” aspectos claves de la propuesta del gobierno que recogió la voluntad mayoritaria de la ciudadanía en las elecciones nacionales.
Felizmente, el Uruguay ha podido sortear con menores sobresaltos de los que se temían las consecuencias de la crisis financiera internacional desatada el año pasado, que comenzó a notarse precisamente en el último trimestre de 2008 y que repercutió en nuestro país fundamentalmente en el primer semestre, con tendencia a la reversión en el segundo período del año, pero aún sin recuperar el ritmo de crecimiento y actividad anterior a la crisis internacional.
En ese período el intercambio comercial registró un freno, los precios internacionales cayeron de los niveles récord que habían alcanzado, y las expectativas pesimistas afectaron los mercados de una u otra forma, lo que naturalmente se proyectó sobre nuestra economía en forma negativa, aunque no con la misma entidad en todos los sectores.
Precisamente nos encontramos con que los más afectados han sido los sectores que se vuelcan a la exportación, algunos de los cuales se han ido recomponiendo, pero con marcada paralización en áreas como los textiles e inclusive las curtiembres, que son precisamente de gran importancia para Paysandú, si situamos como referencia directa la problemática de nuestro departamento.
No puede soslayarse que el gobierno que termina su gestión fue omiso en cuanto a llevar adelante políticas contracíclicas que nos pusieran a cubierto de depresiones como la que todavía se están dando en el concierto internacional, y se ha incrementado sustancialmente el gasto público, que ha sido una vía por la que este año más o menos se contrarrestó la retracción en la actividad privada por efectos de la crisis.
El economista Jorge Caumont, al comentar este escenario en el suplemento “Economía y Mercado”, del diario El País, sostiene que la economía cayó en el primer trimestre un 2,5 por ciento y se dio al gasto público –incluyendo la inversión—el carácter anticíclico que no tuvo antes, durante la época de bonanza, cuando se gastó incluso más que lo que se creció, mientras la lógica indicaba que debían preservarse fondos para cuando el escenario internacional se revirtiera.
En cambio, durante la crisis se procuró compensar con fondos públicos la caída en el gasto privado, lo que hizo crecer significativamente el déficit fiscal y el endeudamiento aumentó en los primeros seis meses del año en 1.394 millones de dólares, y 126 millones en las empresas públicas, aproximadamente 11 por ciento del endeudamiento total.
Destaca el economista que el esfuerzo fiscal impulsó la producción de bienes y servicios, lográndose evitar la recesión desde el punto de vista técnico, es decir dos meses seguidos de declinación en la actividad económica, al punto que se ha llegado a niveles similares a los de fines de 2008.
El punto es que el próximo gobierno deberá hacer frente a esta herencia –que por supuesto no va a tildar de “maldita” al provenir de la misma fuerza política—pero que condiciona las políticas a desarrollar. Se necesita fundamentalmente recuperar el equilibrio fiscal mediante la contención del gasto, y sobre todo estimulando la inversión privada, que es el verdadero motor que dinamiza la economía sin condicionar las finanzas públicas. Consecuentemente, llega el momento en que la actividad privada participe y retome activamente la recomposición del esquema de producción de bienes y servicios, tanto en la gestión directa como a través de la concesión de obra pública, que permita reducir costos para las arcas del Estado pero sobre todo reducir la presión fiscal sobre los actores reales de la economía, es decir los que crean la riqueza.
Es a partir de estas premisas que el gobierno electo debe sustentar el crecimiento de la economía, apostando a promover condiciones, como catalizador del desarrollo, con políticas de mediano y largo plazo con visión de futuro, como la única alternativa posible para generar equidad y estabilidad social.


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