Diario El Telégrafo | Paysandú | Uruguay

Paysandú, Lunes 04 de Enero de 2010

Hablan nuestros mayores

Ema Rosa Macchi, una vida de servicio desinteresado y valioso

Locales | 30 Dic Ema Rosa Macchi Parente vive frente al edificio de las escuelas 4 y 96, habiendo colaborado décadas sin figurar en ningún presupuesto de Primaria ni recibir un solo peso de la Comisión de Fomento, por su propia decisión y voluntad de persona de bien. A tal punto ha llegado la relación que a ella le dejan la llave del local escolar y es la que se preocupa por lo que allí pase tanto en el año lectivo como, fundamentalmente, en las vacaciones, cuando algunos niños van a jugar o con las hondas en busca de palomas. “Aunque ahora estoy un poco cansada y ya les he dicho que dejaré esta responsabilidad”, acota.
Sus padres fueron Pedro Macchi y Victoria Parente, nació en Parada Esperanza donde estaba la casa paterna y se crió junto a siete hermanos. Estuvo casada con Luis Ferret Lalinde, fallecido: “nos casamos en 1963 en la Parroquia del Sagrado Corazón, donde estaba el padre Hugo Caballero. Tenemos una hija, María Rosa, casada con Julio Chavez, que nos han dado cinco hermosos nietos y dos hijos, Marcelo que es maestro y Pedro, director del Instituto Anglo y docente de Formación Docente y UTU”.
En su infancia fue “a la escuelita 19 de Estación Porvenir, de la que recuerdo a la maestra excepcional que teníamos allá y que fue Blanca Olsen de Ware, ¡buenísima, buenísima! (subraya). Teníamos hasta cuarto año y después ella nos preparaba dos años más para completar la escuela, aunque al terminar una tenía que ayudar a los padres en la chacra. Cuando mi padre se enfermó, en el año 1957, nos vinimos a la ciudad y más precisamente para acá, a esta casa frente a lo que era la ‘canchita de Bella Vista’ y donde luego se construyó el nuevo edificio de la Escuela 4. Mi esposo trabajaba en Calpa y también estuvo quince años en UTE”.
Encuentro con la escuela
Ema bordaba a máquina y hoy está jubilada: “trabajé treinta y pico de años al punto que me jubilé de esa actividad. Bordaba y ayudaba a la Escuela 4 que se inauguró en el año 1970, cuando empezó mi hija en marzo de ese año. O sea que desde la Jardinera de ella, hasta hoy, cuarenta años después, estoy colaborando”.
Nos comenta que “en las comisiones de fomento estuve desde aquel año hasta ahora, incluso de las dos escuelas porque como ustedes saben de tarde está la 96. ¡Siempre fui parte de la Comisión de Fomento! Al estar enfrente siempre me tenían allí para ayudar a preparar la merienda de los nenes, para colocar y sacar la Bandera Nacional, prender y apagar la luz del frente o ayudar en todo lo que se podía. En vacaciones me quedaba con las llaves y tenía que cuidar por los niños que entraban a jugar o por ‘diabluras’ que alguna vez me obligaron a llamar a la policía. ¡Cantidad de cosas!”
Las maestras un encanto
Sin dudarlo dice “hay que decir la verdad, ¡todas las maestras han sido un encanto! Esto que afirmo vale tanto para las maestras como para las directoras y mire que ha pasado una cantidad por estas escuelas. Ni hablar de los niños que hasta hoy me saludan, ‘¡chau, doña Ema!’ y se ríen, por lo que me daba pena dejar todo eso pero ya tengo mis años. Noto que en las vacaciones los chiquilines me cansan cuando entran y salen de la escuela, en lo que yo tengo que andar todo el día. Pero, como le digo, ya no me es posible andar tanto”.
Lamentablemente sufrió “cantidad de veces por el vandalismo contra la escuela y en alguna oportunidad, a las tres de la mañana, ha tenido que venir la policía a golpearme en la ventana buscando las llaves por alguna cosa mala que pasaba en ella. Quizá el peor disgusto fue cuando robaron la Bandera Nacional: yo lo vi al individuo, con la cara tapada al igual que la patente de la moto porque eran las 7 de la mañana y estaba barriendo la vereda. ¡Sacó la bandera delante de mis ojos, fue algo horrible!” Pese a que en una esquina decía, chiquito, Escuela Nº4, no se dio nunca con ella”.
El triste corolario es que “hace como seis o siete meses no se pone más afuera porque lo hacíamos y de noche robaban la piola que había que reponerla al día siguiente. Entonces la inspectora dijo que se mantenga dentro del edificio, tal como se le puede ver ahora”.
Los niños dan alegría
Nuestra entrevistada asegura que “tuve muchas alegrías en la escuela, especialmente por lo que a una le dan los niños. Ni qué hablar que los hijos con su comportamiento y las notas que traían, así como al haberle correspondido a los tres ser portadores de la Bandera Nacional, ¡son momentos muy lindos!”.
También reconoce las posibilidades surgidas a través de la escuela: “a Pedro le correspondió una beca para estudiar inglés en el Anglo, otra alegría. Ese año vino el presidente de la institución y me dijo ‘a este niño no lo deje faltar un día, si no pierde ningún examen con el tiempo va a ser el director, y ahora lo es. Pero yo me quedé en la escuela a pesar de que mis hijos salieron para el liceo, porque quería retribuirle tan siquiera con algo que pudiera hacer”.
Asegura que ha sido la única que se quedó y tanto tiempo colaborando, por lo que con propiedad y derecho legítimamente alcanzado sostiene “hay tantas madres jóvenes que pueden venir a ayudar a la escuela, pero de un tiempo a esta parte el cambio que hubo en la gente es total y cuesta tener gente para colaborar”.
centro cultural
bella vista
Desde hace unos años es integrante de la directiva del Centro Cultural Bella Vista, valioso grupo de vecinos que trabajan desinteresadamente y llevan adelante las actividades que se cumplen en el local ubicado en la plaza del mismo nombre. “Ahora lo que hay son clases de costura, cocina, manualidades, dibujo y peluquería, cobrando las profesoras una módica cuota mensual a quienes concurren a ellas. También está la Biblioteca al servicio del barrio o lectores de cualquier sitio de la ciudad que se encuentren inscriptos”.
Elogia a sus compañeros de comisión al tiempo que se lamenta de que tampoco para trabajar allí haya muchos interesados, aclarando que “si bien hay humedades en el local del Centro Cultural, la directiva no puede hacer nada porque eso es propiedad de la Intendencia Municipal”.
Pese a que buena parte de su tiempo diario se alterna entre las tareas del hogar, que sigue realizando, el apoyo a la escuela y la participación en dicha actividad social, tiene tiempo para leer y ver televisión, “porque las dos cosas me gustan y si será cierto que un libro es un compañero. Además, pese a que no tengo mucho tiempo para ella, la televisión nos conecta con el mundo”.
orgullo de ama de casa
Reconoce con su característica sonrisa bonachona a flor de labios que “mientras yo pueda hacer las cosas de la casa no quiero empleada, quizá cuando tenga algunos añitos más. Y con respecto a mi edad, suelen preguntarme los niños de segundo año a los que les doy la clase ‘del barrio’, a los que les digo nací en el año 1930, el 21 de octubre, así que ustedes hagan la cuentita. No ha faltado quien agarrara la tiza y sacara la cuenta en el pizarrón”.
“Las tareas de la casa, que siempre hice, me encantan. Cuando bordaba atendía a mi madre y a la escuela, pero no dejé de hacer todo en el hogar y me gusta mucho cocinar, de lo que siempre me encargué. Le confieso que fui aprendido con el tiempo, con una receta por aquí y otra por allá”
Tres homenajes
A doña Ema, como le llaman los niños, le han realizado tres homenajes: “el primero fue cuando cumplí veinte años de colaboración y por inquietud de la directora, Macarena Collazo y las comisiones de fomento (escuelas 4 y 96) me regalaron una medalla”.
“Después fue la directora Marta Quintana, quien organizó un homenaje en el que estuvo hasta la Banda Municipal y me obsequiaron otra medalla con una cadena preciosa. Ahora fue la directora María Teresita Masseilot quien hizo lo de los otros días, que EL TELEGRAFO publicó, que fue precioso”.
Admite que “irse definitivamente es difícil porque hoy nomás (viernes 11 de diciembre) vinieron tres veces por la llave y una ha estado en tantas cosas a cualquier hora. Pero como ve han sido muy buenos conmigo”.


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