Paysandú, Domingo 10 de Enero de 2010
Opinion | 07 Ene Ocurre a veces que lo que mucho ha costado hacer y mantener en buenas condiciones, cosas necesarias para el mejor funcionamiento de servicios a la sociedad u otras que tienen que ver con su calidad de vida o su patrimonio cultural, arquitectónico o urbano, resultan seriamente amenazados por acciones de los inadaptados de siempre que aprovechan la mínima oportunidad o burlan vigilancias para dañar aquello que es de todos.
El diccionario designa como vandalismo a la hostilidad hacia las artes, la literatura o las propiedades ajenas, llegando al deterioro o destrucción voluntaria de monumentos. El término remite al comportamiento que se dice propio de los vándalos en sus ataques contra el Imperio Romano y probablemente fue utilizado por primera vez en el mes de enero de 1794 durante la Revolución Francesa por Henri Grégoire, obispo constitucional de Blois, quien utilizó esta palabra para describir ciertos aspectos del comportamiento del ejército republicano.
Hoy en día se utiliza como signo inequívoco en referencia a cualquier adición, eliminación o modificación de contenido realizada de manera deliberada para comprometer la integridad de la propiedad pública o privada.
Se trata de actos que de vez en cuando ocurren también en el seno de la sociedad sanducera, llevados a cabo por personas que se amparan en el anonimato para dañar bienes que luego cuesta mucho restaurar, aunque a veces también el daño es irreparable.
Como ejemplos tenemos en Paysandú los actos cometidos contra bancos y fuentes de la avenida España, destrucción y robo de monumentos, como los recordados casos de rotura de mármoles en el Monumento a Perpetuidad o el robo del Monumento a la Madre.
Otros daños más fáciles de reparar pero que cuestan dinero, esfuerzo y pérdida de tiempo se registran en forma más frecuente y generalmente menos notoria. Sin embargo, hay situaciones que indignan. Y una de las más recientes es la destrucción de servicios higiénicos en la zona costera que recientemente fue afectada por la creciente. No se trata de roturas provocada por la inundación, sino de acciones deliberadas de personas que aprovechando esta situación se dedicaron a romper por romper. Así de simple y difícil de explicar. Y, desde cualquier punto de vista, totalmente condenable.
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