Paysandú, Viernes 15 de Enero de 2010
Opinion | 08 Ene Aunque con situaciones disímiles ante la realidad de cada sector, los exportadores uruguayos tienen manifiesta inquietud por la evolución del tipo de cambio, es decir la depreciación del dólar, aunque es un problema mundial a partir de los avatares que atraviesa Estados Unidos y que se ha acentuado asimismo desde la crisis financiera desatada en 2008.
Ocurre que en Uruguay la depreciación de la divisa norteamericana ha sido mayor que en el resto del mundo y ello ha dejado al sector exportador con una vulnerabilidad adicional y sobre todo con una merma de competitividad que en algunos casos es compensada por una mayor cotización internacional de los productos, pero que en otros es decididamente un gran problema, porque cuando se traduce a pesos lo que se percibe para afrontar los costos internos, el margen de rentabilidad se reduce sensiblemente y a veces lisa y llanamente desaparece.
No es porque sí que las góndolas de los comercios están inundadas de productos importados, que los salarios y las tarifas públicas crecen en dólares en forma sostenida, y que por lo tanto la inflación en dólares es abiertamente superior al IPC doméstico.
Este proceso ya lo ha vivido nuestro país en más de una oportunidad, y ha desembocado generalmente con una maxidevaluación que es indeseable y que ha resultado traumática para el país, por lo que el sentido común aconseja que deben buscarse los equilibrios mientras todavía hay tiempo, antes de que los acontecimientos resulten irreversibles.
Mientras el mundo sea receptivo a nuestros productos, sobre todo los primarios, como se está dando, es posible recomponer el esquema afectado por la relación cambiaria, que por supuesto no es el único parámetro en juego, pero es hora de poner las barbas en remojo para revitalizar una serie de actividades que están muy deprimidas, y sobre todo no ingresar en un juego consumista que luego se paga muy caro con el deterioro del sector productivo nacional, sobre todo en las áreas de la industria que incorporan valor agregado y que son los más castigados en los mercados internacionales, como es un ejemplo claro el de la industria textil.
Defender la competitividad no es un reclamo caprichoso, sino que refiere fundamentalmente a la sustentabilidad de la economía nacional, a la creación de fuentes de trabajo y al reciclaje de recursos para mejorar la calidad de vida y sobre todo hacer viable al país. Cuando los costos crecen en dólares más que el aumento de los precios internacionales, estamos ante un problema que debe resolverse con imaginación pero con el tiempo debido, sin medir costos políticos ni especular con que una recuperación de la economía mundial nos permitirá seguir “tirando” para postergar ajustes que pueden tener alguna alternativa. Pero seguramente la menos traumática y la que nos ayudará a todos es reducir sensiblemente los costos del Estado, y consecuentemente la presión tributaria.
De ahí que la competitividad debe ser prioridad pero no a cualquier precio, porque en otros tiempos la tuvimos en base a subsidios que promovieron el desarrollo de empresas ineficientes, y este precio extra lo pagamos todos los uruguayos; en el caso de los monopolios estatales lo hace el cliente cautivo.
De lo que se trata es, por lo tanto, de crear condiciones para reducir el mentado costo país, antes que el “toqueteo” del tipo de cambio que beneficie a unos y perjudique a otros, cuando deberíamos tender hacia un esquema neutro que hasta ahora no se ha logrado debido a las urgencias fiscales que buscan recursos en los mismos sectores de siempre, lo que luego se traduce en costos que deben trasladarse a los precios internos y de exportación.
Una pauta de paliativos posibles en el corto plazo la da el presidente de la Unión de Exportadores del Uruguay, Alejandro Bzurovski, quien puso el acento en recuperar la competitividad “y buscar la manera de exportar productos con mayor valor agregado, con mayor tecnología. Para ello es necesario hacer foco en los aportes patronales, pues es muy difícil exportar productos que tengan mucho valor agregado con aportes patronales tan altos”, que han pasado de cero al 7,5 por ciento y a los que se agregan mayores costos por recuperación salarial.
Este es apenas uno de los aspectos a tener en cuenta para revitalizar el sector exportador, que como tantos otros sectores de la economía, es afectado por un esquema de impuestos y cargas sociales que se han incorporado para que el Estado pueda seguir gastando en exceso y mal, por lo que no habrá correctivo que genere sustentabilidad si no se ataca el gran factor distorsionante que es precisamente la demanda de recursos para atender un gasto público desmesurado.
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