Opinion | 13 Ene Si se le pregunta a un escolar cuáles son los instrumentos de medición básicos para el estudio del clima, inmediatamente responderá que son el barómetro, el pluviómetro, el termómetro, la veleta y el anemómetro. El primero mide la presión atmosférica, el segundo la lluvia caída, el tercero la temperatura ambiente y el cuarto y el quinto la dirección e intensidad del viento respectivamente.
Llevando estadísticas de estos valores y cotejando con estaciones meteorológicas ubicadas en distintos territorios es posible además predecir los fenómenos meteorológicos para una región puntual, su intensidad y afectación con relativa precisión.
Sin embargo, en Paysandú –tercera capital en importancia de nuestro país— hace años que una de estas mediciones se hace a “ojo de buen cubero”, puesto que ni la estación meteorológica oficial ni el aeropuerto (“internacional”) Tydeo Larre Borges, ni la Prefectura ni ningún otro servicio oficial cuenta con algo tan básico como un anemómetro, desde que se rompieran los que estaban en funcionamiento y nunca fueran repuestos.
Es así que en el aeropuerto oficial sanducero, que en los últimos años recibiera millonarias inversiones en infraestructura para volverlo operativo para aviones de gran porte las 24 horas del día, si alguna aeronave pregunta la intensidad y dirección del viento para aterrizar o despegar –básico para la seguridad de la operación— recibirá por su radio una respuesta incierta, lo que podría desencadenar en una catástrofe según las condiciones reinantes.
Pero como esta situación es bastante improbable excepto que se registre una emergencia en vuelo, más grave aún es que la Dirección Nacional de Meteorología no haya repuesto el aparato dañado hace más de un año en su estación delegada. En 120 kilómetros a la redonda al menos no tienen certezas de la intensidad del viento. ¿Qué precisión pueden tener sus predicciones entonces? Tampoco están operativas muchas de las estaciones automáticas de la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande, por lo que cabe cuestionarse el profesionalismo con que trabaja dicha dirección, en un área que tiene fuertes repercusiones en la economía nacional, puesto que sus evaluaciones son tenidas en cuenta en aspectos tan importantes como la producción agropecuaria, por ejemplo.