Paysandú, Viernes 15 de Enero de 2010
Opinion | 15 Ene La reciente decisión de los productores del sur del país de tirar miles de kilos de duraznos, debido a los bajos predios existentes en el mercado y dificultades inherentes a la comercialización, no es un hecho aislado ni exclusivo de Uruguay, desde que la relación oferta-demanda y la consecuente volatilidad de precios, son condicionantes presentes en toda actividad, salvo en el caso de las empresas del Estado, que en base a su monopolio pueden fijar tarifas y precios de servicios a voluntad, con un consumidor cautivo.
Una cosa distinta ocurre con los emprendimientos de riesgo, donde hay una ecuación costo-beneficio que debe tenerse siempre presente, por cuanto los números en rojo en cualquier emprendimiento son una señal de alerta que, de mantenerse, implica lisa y llanamente su desaparición.
El presidente electo José Mujica, al comentar esta instancia, manifestó que comprendía a los productores frutícolas, a la vez de criticar su falta de planificación. Sostuvo que “he sentido gente que se plantea por qué no regalan a los duraznos en lugar de tirarlos, y tal vez la gente no mide que todo tiene costos. Incluso el regalarlos tiene costos, porque hay que llevarlos. Cortar la fruta, guardarla y transportarla, tiene un costo, y casos de superproducción pasan a menudo. Este año que pasó los durazneros cuajaron como nunca, las higueras cuajaron como nunca, los ciruelos tenían más ciruelas que hojas”, por lo que la combinación de todos estos factores redundó “en una cosecha absurda por lo abundante”.
El futuro mandatario aludió así a un aspecto que precisamente signa lo que son emprendimientos de riesgo, desde que tener determinada superficie de montes de frutales no significa que se llegará necesariamente a determinado volumen de cosecha, porque sobre todo ante esta dependencia de los avatares de la naturaleza nunca se sabe realmente cuanto se va a cosechar ni la calidad final del producto. Por lo tanto quien afronta el desafío de producir, en el área que sea, pero sobre todo en el rubro agrícola, hortícola o frutícola, se encuentra con un amplio margen de incertidumbre derivado de un mercado que no está en condiciones de prever ni tampoco manejar cuando las cosas se dan de cierta manera. La superproducción, que es un aspecto positivo en cuanto se puede contar con más volumen para vender, no necesariamente se traduce a la vez en mayores ganancias, desde que precisamente entran a tallar las leyes del mercado, y es así que a la inversa, la cotización del producto cae y de alguna forma se compensa este desfasaje y se afecta la rentabilidad de la explotación.
Ello nos da la pauta de que no es oro todo lo que reluce y que como bien señala el próximo mandatario, esta distorsión hace que ni siquiera le sirva al productor recoger la fruta de los árboles, porque le resulta más caro que tirarla.
Mujica reclama organización y consecuente planificación a los productores, lo que no es fácil de lograr en el corto plazo en este caso, desde que los montes de frutales llevan años de evolución para poder entrar en producción, y lo que se tiene hoy es producto de inversiones que ya se volcaron hace bastante tiempo.
A la vez, el productor encara estos emprendimientos a su cuenta y riesgo, muchas veces sin tener conocimiento cabal de como se presenta la demanda del mercado y sus preferencias, en lo que es precisamente un mal endémico en nuestro país, cuando muchas veces primero se produce para luego ofrecer lo que se tiene, sin haber encarado previamente un estudio de demanda.
En el caso de la producción hortifrutícola, además, entra en juego un factor adicional, que es el de la intermediación, es decir el acopiador y las bocas de distribución y salida, que son precisamente los que dictan las leyes en el mercado y se llevan la parte del león en el operativo.
En esta ecuación nos encontramos con que los más perjudicados son el productor y el consumidor, si se tiene en cuenta los precios que se pagan en chacra y los que se ofrecen en las góndolas de los supermercados, lo que indica que el esquema productivo y de comercialización es mucho más complejo y tortuoso que lo que aparenta.
Y ante este escenario, surge claramente que los productores necesitan sí una mejor orientación, organización y capacitación, pero en el marco de una problemática que es mucho más amplia y diversa que plantar y cosechar, cuando está de por medio la rentabilidad y la propia viabilidad de las explotaciones, por su carácter de empresa de riesgo.
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