Paysandú, Sábado 16 de Enero de 2010
Locales | 15 Ene Tiene 83 años de edad, nació sobre las costas del arroyo Pantanoso en cercanías a Pueblo Porvenir. Eran doce hermanos, pero actualmente solo quedan cuatro vivos. Don Juan es jubilado de peón rural y vive a la velocidad de un hombre que recuerda sus años mozos como un tiempo mejor que el actual.
Cuando lo visitamos estaba sentado a un costado de la puerta de su casa procurando un poco de fresco en una húmeda tardecita primaveral. Su rostro cuarteado y sus manos venosas y flacas aseguran que este hombre encaró la vida a muy temprana edad sin medir la entrega.
De gurí se crió en la estancia San Ramón, hizo la escuela en el propio establecimiento. Allí había taller de herrería y carpintería. Estuvo toda su vida dedicado a casi todas las tareas y quehaceres rurales.
Extraña un pasado y aunque su actual entorno lejos está de aquellos intensos años vividos, don Barceló se las ingenia y relata cada capítulo de su historia de tal forma que parece que todo pasó no hace mucho tiempo.
Por el año 1950 fue peón de campo mensual, actividad que desempeñó durante veintiocho años en la estancia de los Rodríguez Candela. Después anduvo tropeando muchos años, recorriendo varios departamentos del país, entre ellos Soriano y Colonia hasta llegar a Uruguayana. “Eran tiempos en los que se ganaba ocho reales por día. Las cosas eran distintas y la plata alcanzaba hasta para ahorrar”.
Enviudó hace unos cinco años. Su esposa Juana Alonso, falleció en Luján, Argentina.
Como su familia paterna, don Barceló tuvo doce hijos. “La vida era mejor antes que ahora y me sobraba la plata, porque las cosas tenían otro valor. Antes se vivía mucho mejor que ahora”, afirma, mientras gesticula moviendo sus manos.
Extraña algunas cosas, tales como el precio de la vestimenta y de los alimentos. “¿Mire, sabe una cosa?, hasta el relacionamiento de la gente también era diferente.
No se qué fue lo que pasó, pero hoy todo cambió”. Fue domador durante nueve años en la estancia San Manuel y trabajó en el establecimiento del cerro La Bandera de Pereira Brasil y en lo de Durán en Santa María del Queguay. “Eran tiempos en los que vivía don Antonio Durán”. Pese a que asegura no madrugar, para don Barceló un día cualquiera comienza a las seis de la mañana.
Hace un tiempo un caballo lo volteó y le implantaron una prótesis en una pierna, aunque no reniega de ello y sigue montando como si no le hubiese ocurrido nada. Después que falleció su madre decidió regresar al pago que lo vio nacer. Durante su relato cobran vida un sinfín de imágenes. Pero, esta vez hace una pausa, se lleva una mano al mentón y un profundo suspiro sustituye mil palabras.
Don Barceló no encontró sus pagos como los había dejado, pero también recuerda que tuvo una activa participación en las plantaciones de remolacha. Aunque de ese pasado aparecen descolgados recuerdos que solo cobran vida cuando se junta con algún que otro jubilado que lo visita y con quien recrea aquellos gratos momentos, que según don Barceló no se volvieron a vivir.
En cuanto a la sociedad actual sostiene que “los gurises de ahora están algo complicados. Si bien a mi no me molestan, la muchachada está distinta, más atrevida. No sé, es difícil de explicar”.
En cuanto al entorno del poblado comenta que hay muchos ladrilleros en la zona, pero no cree que la cosa de para tanto, con el agregado que otros tantos no quieren trabajar.
“En mis tiempos de juventud y al finalizar cada semana de trabajo en cualquier estancia nos íbamos con media res de carne de verdad y con eso le podíamos dar de comer a nuestras familias. Lo que pasa que por aquellos años la carne en los establecimientos abundaba”. Confiesa que le gusta mucho Argentina.
“Fíjese que allá la gente es mejor que acá. Particularmente el provinciano tiene otro trato. Los vecinos son distintos”.
Finalmente don Barceló afirma que “hoy se viven años complicados y quien sabe lo que irá a pasar con los nuevos tiempos que se aproximan”.
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