Opinion | 12 Ene Aunque en Uruguay no se consuma por tabúes culturales, la carne de caballo uruguaya aumentó en volumen de exportación. Si bien la producción de carne equina es una producción marginal en comparación con la de otras carnes nativas, la exportación nacional de carne de caballo data desde hace al menos cuatro décadas, concentrando faena y exportación en tres frigoríficos situados en el departamento de Canelones.
“La única manera de vender carne equina a los consumidores uruguayos es regalarla, porque si bien los precios internacionales están en rangos similares a los de los bovinos, nadie en plaza aceptaría pagar $ 120 o $ 130 por un lomo de caballo”, dijo a Últimas Noticias Álvaro Herosa, el ejecutivo del frigorífico Clay que faena cerca de la mitad de las cabezas equinas del país.
Según los datos del Instituto Nacional de Carnes, entre julio de 2008 y el mismo mes de 2009, Uruguay exportó 6.793 toneladas a unos diez países del mundo, cifra que si bien es modesta al lado de otras producciones locales, experimentó un crecimiento de 27% en los últimos dos años.
Como casi la totalidad de la clientela para este producto está en Europa, la cotización de la carne creció a la par de la depreciación en dólares, determinando que la facturación creciera 58% en ese mismo período. Francia, Italia y Bélgica son los principales mercados de Uruguay, además de la Federación Rusa, adonde se destina un tercio de la exportación de carne de caballo uruguaya.
Si bien no existe consumo autóctono, no debería extrañarnos este hecho puesto que somos grandes consumidores de carne de vaca cuando en otras regiones del mundo no se consume por un tema cultural y religioso. Algo parecido nos pasa a nosotros con los caballos. Así que aunque aquí no los comamos, lo que elimina la posibilidad de demanda local, el consumo de bifes de caballo en otros lugares del planeta se ha convertido en una oportunidad de negocios para nuestro país. Y sería de tontos no aprovecharla.