Opinion | 16 Ene Aunque a esta altura ya nadie puede sorprenderse de la magnitud de la tragedia registrada en Haití por el terremoto del martes, que tuvo su manifestación más grave en la capital, Puerto Príncipe, las informaciones que llegan de la devastada isla en los días posteriores indica que la catástrofe se ve acentuada por las carencias propias de un país signado por la tragedia, con carencias en hospitales, en alimentación, en alojamiento.
Con una población que en un noventa por ciento desciende de esclavos africanos, el lograr la independencia tras haber sido una colonia francesa ha sido un incesante proceso conflictivo en el que la democracia nunca pudo consolidarse, por lo que las desigualdades sociales, el empobrecimiento de la gran mayoría de la población y problemas al por mayor han generado un cóctel explosivo que explica que nunca se haya podido llegar a una paz duradera en esa nación centroamericana.
Como ingrediente “natural”, la isla es azotada frecuentemente por temibles huracanes, que comparativamente han quedado reducidos a un mal menor ante la magnitud del terremoto, que ha dejado un saldo de no menos de cien mil muertos y una devastación generalizada.
La ola de solidaridad internacional con Haití se justifica con creces y solo es de lamentar que esta buena voluntad de la enorme mayoría de los países no pueda traducirse en una llegada más eficaz a las víctimas, muchas de las cuales todavía siguen sepultada bajo los escombros de miles de viviendas, y no solo de modesta condición, que se derrumbaron por la acción del sismo.
Seguramente con el apoyo internacional se podrá ayudar a la recuperación de Haití, que estaba transitando un trabajoso y muy gradual proceso de consolidación económica tras su historia de insucesos. No puede dudarse que este proyecto sufrirá un enlentecimiento cuando primero deba rehacerse buena parte del país para situarlo nuevamente con posibilidades de registrar avances hacia cierto desarrollo, y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, que tienen un promedio de ingresos de apenas dos dólares diarios por persona.